09 mayo 2011

EL DOLOR DE YA NO SER

Por Enrique Masllorens
Periodista y dirigente peronista porteño.

Los antagonistas del actual modelo inclusivo prueban todo tipo de alquimias y alianzas contra natura, buscando a cualquier precio derrotar a un gobierno popular y democrático. 

En 1988 los periodistas que cubrimos –y fuimos salvajemente reprimidos– el referéndum propuesto por el dictador chileno Augusto Pinochet que pretendía modificar la Constitución y asegurarse una suerte de perpetuidad, asistimos a un fenómeno democrático de unidad frente a la tiranía. Dirigentes políticos, sindicales, sociales y estudiantiles se abroquelaban para resistir los atropellos y para exigir elecciones libres. Quince años después del asalto al poder, de miles de asesinatos, exiliados, de entregar el país, de eliminar la libertad de expresión y de reunión y de contar con la complicidad de la prensa local e internacional y de los organismos multilaterales de crédito, todo el arco político democrático comprendía el compromiso de unidad que debían asumir.
Con la presencia de veedores internacionales y de periodistas del mundo, esos dirigentes y militantes contrarios a la dictadura mostraban cómo dejaban de lado matices o diferencias profundas en pos de hacer un frente común a favor de la libertad y por su patria. Tenían miedo y lo superaban con coraje. Hablaban en voz baja y seguían desaparecidos de los medios. No había lugar para la palabra opositora al régimen, a la tiranía. Y tuvieron una original idea para hacer propaganda del No a Pinochet. Grabaron con las voces de varios músicos conocidos el vals “El Danubio azul” con una letra que sólo repetía la palabra “No”. Una sociedad amordazada y en peligro continuo respondía casi artesanalmente al despotismo y a la opresión.
Este era el estado de situación y al mismo tiempo el compromiso para enfrentar a los enemigos de la institucionalidad. Las diferencias ideológicas debían ser dejadas de lado, por el momento, para enfrentar a la autocracia pinochetista.
Un año antes, en nuestra incipiente democracia, casi todas las fuerzas políticas, sociales y sindicales se habían unido para respaldar al gobierno de Raúl Alfonsín ante la amenaza carapintada de la Semana Santa de 1987 e impedir el golpe en ciernes. Los argentinos habíamos comprendido que la libertad no se negocia y que frente a peligros extremos, no cabe el disenso.
A dos décadas de aquellos sucesos que conmovieron a la Argentina, con todas las instituciones funcionando a pleno, con una irrestricta libertad de expresión –aunque restringida la libertad de información por culpa del oligopolio mediático a las órdenes de Héctor Magnetto– con la Cámara de Diputados con mayoría opositora y una Corte Suprema independiente e inobjetable, los antagonistas del actual modelo inclusivo prueban todo tipo de alquimias y alianzas contra natura, buscando a cualquier precio derrotar a un gobierno popular y democrático como si se tratara de la peor de las dictaduras. El fantasma perdedor de la Unión Democrática acosa a esta deshilachada e inconsistente oposición que pareciera obstinarse en tropezar con la misma piedra. Y en su rodada bailan el tango “Cuesta abajo” desafinando algunos de sus versos. Aunque como escribió Jorge Giles en El Argentino, los opositores parecen desunidos, pero el verdadero poder concentrado que los alienta, promociona y azuza no lo está y conserva toda su capacidad de daño. De aquí a octubre asistiremos a hechos mediatizables que se realizarán en los nodos que por sus características operan como bombas racimo o de fragmentación. Incendios y conflictos en estaciones de trenes que esparcen el conflicto en todas direcciones, llamativos hechos de inseguridad en barrios de alto poder adquisitivo y alguna otra batería de hechos como para sembrar la incertidumbre y un clima de caos. Para eso cuentan con la siempre eficaz ayuda de un especialista en la materia, el ex senador Eduardo Duhalde y sus acólitos.
Que “Pino” se parezca cada vez más a Pinedo y que por eso “baje” a la Ciudad para encontrarse con lo que llama votos de calidad, no hace más que confirmar su elitismo y megalomanía. Y que de sus encuentros con Perón en los ’70 lo único que pudo copiar o aprender es el tono de voz y las inflexiones del General. No nos sorprende Solanas Pacheco. Como tampoco Carrió y su escudera Bullrich y el inefable diputado Fernando Iglesias, a quienes el odio ya ha dejado rastros y rictus indelebles en sus gestos y semblantes.
Si aquí no se abunda sobre las posturas y tácticas del PRO de Macri y del menemismo residual del autodenominado Peronismo Federal, es porque, retomando el relato, sus profundas afinidades han estado y están más cerca del pinochetismo neoliberal y del conservadorismo.
Pero donde se hace flagrante el escamoteo a principios y tradiciones es en la UCR. El sólo hecho de sugerir, coquetear o entablar conversaciones buscando alianzas con Francisco de Narváez, sostén e impulsor de Carlos Menem y cara visible en el palco del Hotel Presidente luego de las elecciones de 2003, es escandaloso. El empresario colombiano es el mismo que dentro de sus escasos aportes como diputado votó siempre en contra, no sólo de las proyectos kirchneristas, sino de las posturas históricas del radicalismo. Es quien violando la ley y los principios éticos es socio de multimedios de información siendo legislador nacional y también el que en su momento pidió que se bajara el proyecto de estatización de las AFJP, el socio del PRO macrista, el amigo de Duhalde. Que ahora Ricardito, el hijo de don Raúl, promueva este tipo de asociaciones, como si la República estuviera en peligro y sin recordar que su padre gobernó con dignidad, con los cuatro canales de TV en manos del Estado pero con el gran titiritero Magnetto en contra, y ahora acepta sus órdenes para salvarle la ropa, da pena a propios y extraños. Y precisamente un honesto y convencido militante radical me acercó una frase de Raúl Alfonsín de 1992: “Si la sociedad se hubiera derechizado, lo que la UCR debe hacer en todo caso, es prepararse para perder elecciones, pero nunca para hacerse conservadora”.
Esta malhadada decisión de algunos dirigentes radicales siglo XXI, nos recuerda los versos de Le Pera en “Cuesta abajo”: “Si arrastré por este mundo, la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser.”<

Publicado el 8 de Mayo de 2011 en "Tiempo Argentino"

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