16 mayo 2011

"Ni explotación ni extorsión"


Una glosa del “Ni explotación, ni extorsión” dicho por Cristina *
15-05-2011
Por Roberto Páez González

 

La CGT no es una institución del olvido. Tampoco una suma de sindicatos sin cabeza. Por eso no se le escapa que tenemos el mejor gobierno en décadas y que eso permite a la central tener un rol importante en la historia argentina como presente, vale decir un papel en la tarea en la que desde ya se inscribe el porvenir nacional, como en la punta del lápiz durante un dibujo.
Unos de los problemas inevitables de la CGT es que además de institución con memoria e inteligencia política es un aparato constituido en su práctica por una sumatoria de intereses parciales, algunos bastante fuertes como para tener y poner condiciones internas y hasta tratar de expresarlas hacia fuera, desbordando, a veces, el marco de previsibilidad que -como en muchos otros casos- es también un marco de prejuicios. Ello disgusta, particularmente en la clase media. Y también es aprovechado -¿por quién va a ser si no?- por la oposición mediática con reflejos perfectos y por una adocenada oposición de partidos con dirigentes grises (con perdón del gris). 
Ahora bien, no diremos que la Presidenta mandó a parar. Pero sí que se expresó para orientarnos y orientar a los que pudieran estar metiendo la pata sin darse cuenta. Y que al que le quepa el sayo, que se lo ponga. Esa es la obra del discurso de José C. Paz. El liderazgo de Cristina va por la institucionalización de la organización popular, pero no por la legitimación de sus realidades menores y a veces percudidas por capas superpuestas de resistencia y astucias, identidad y adaptaciones, solemnidad y flexibilidades o hasta genuflexiones que jalonaron las luchas de las décadas de dictadura, democracia restringida y Estado evanescente. 
Ahora, lo que pone luces rojas en la actualidad, no son los prejuicios, sino la necesidad de  estabilidad, la proyección del Proyecto, la sustentabilidad de la profundización de los cambios operados en la realidad argentina desde 2003 a la fecha. 
La CGT no está ahí para erigirse en una corporación más. No puede olvidar su cometido, sino recordar que tiene una misión social altruista en colectivos en los que nadie es más que nadie. Esto vale, asimismo, para las partes que la componen, por ejemplo, cada sindicato. Cada uno y el conjunto tienen –un día u otro (todo llega)- necesidad de adaptación, porque no en vano la sociedad les reclama cambios -entre cambios que se reclama a sí misma- para liberarse de impunidades, desmemoria, embaucamiento histórico, tilinguería cultural, etc. a que estuvo duraderamente expuesta antes del advenimiento del kirchnerismo y cuyos sedimentos restan. 
El kirchnerismo sin peronismo no puede ser. Pero el peronismo sin kirchnerismo consiste en los Duhalde, Rodríguez Saa, De Narváez, Das Neves–por ejemplo- que tamizan el peronismo hecho polvo sin encontrar una sola pepita. El kirchnerismo tiene del peronismo la raigambre popular y los antecedentes sudamericanistas, pero expresa también una voluntad política actual, activa y comprometida en identificar patria y pueblo y con los jóvenes –el hoy y aquí. Una actitud de convocatoria a toda la sociedad argentina para profundizar los cambios. Esto sólo el kirchnerismo lo hace. Pero también lo hace porque sabemos que no estamos solos en este mundo y que los que desean y aceptan profundizar los cambios con nosotros son bienvenidos. Vengan o no del palo. Y no hay prebendas de situación por tener un puesto de lucha o galones por antigüedad. 
Sin duda, la referencia presidencial a los compañeros del sindicalismo se complementa con la exhortación firme a todos los trabajadores a no seguir a los dirigentes que están provocando conflictividades que no pueden resolver y las instrumentan para desgastar al gobierno nacional. Son los casos de gente como Luis Barrionuevo o el Momo Venegas, pero esto es otro cantar, aunque hace –también- a las lógicas internas de un mundo sindical, que está atrasado con sus propias reformas internas, y es poco proclive a aceptar redefinir por nuevos instrumentos legislativos sus reglas de funcionamiento.   
Para quienes actúan de buena fe en el plano político, pero queriendo aprovechar la volada en beneficio del bolsillo propio, debe quedar claro que la recomposición salarial no puede hacerse a costa de una presión inflacionaria que pagan los más pobres –asalariados o no, sindicalizados o no- y sirve de argumento de los hipócritas. 
Ante el mensaje de Cristina, surgieron susceptibilidades y suspicacias. No es para menos, ya que quienes solían pensar como de costumbre en las situaciones políticas y en sus relaciones de fuerza, les hizo escuchar el despertador para que –con conocimiento de causa- sepan distinguir con clarividencia el papel que les corresponde y la parte congruente de los resultados a que pueden aspirar. Es mejor pensar que Cristina es hoy la Presidenta, también la Jefa del Peronismo y el Kirchnerismo y nuestra mejor candidata para ser reelegida, garantizando el próximo mandato presidencial. De donde se desprende que las componentes del conjunto que ella conduce no están en su seno en proporciones aritméticas de fuerza, sino que dependen de un fundamento de unidad –subyacente a todas las componentes- que reside en el liderazgo de Cristina. 
Cualquier pajarito tiene vuelo propio, pero pocos vuelan alto, muy alto. Por eso se entiende que dijera: “porque yo quiero seguir siendo compañera de mis compañeros de los sindicatos y no cómplice de maniobras que siempre terminan perjudicando a trabajadores”, en su mensaje de inauguración de las sesiones del Congreso e insistiera en varios de sus discursos recientes en que hay que darle racionalidad a la puja distributiva. Está fuera de lugar que quieran imponerle una agenda y se hagan los pícaros o los chicos malos. 
La emoción causada por el razonamiento público de la presidenta en José C. Paz se debe en parte a la sensibilidad manifiesta en sus enunciaciones; pero no se puede subestimar la parte que también se debe a la unanimidad de esa sensación de emoción pública que refleja que no cayó en saco roto, que no hay atonía sino reactividad, que no somos mayoritariamente indiferentes y que nos damos cuenta que el tañido de la campana indical el fin del recreo. 
*Fue en José C. Paz, el 13.05.11

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