17 mayo 2011

PIEDRA LIBRE

por Julio Santamaría

Siendo niños habremos jugado alguna vez a la “escondida”. Este juego tiene reglas que vale la pena recordar: uno de los participantes debe contar de uno en uno hasta un número que se pacta, por ejemplo hasta cien; lo hace sobre un lugar que se elije de común acuerdo y que pasa a llamarse “piedra”. Se sortea a uno de los participantes para que ejecute el conteo, en tanto los demás deben esconderse en una superficie territorial cuyos límites se definen previamente.

Así las cosas, luego de contar dice por fórmula “punto y coma el que no se escondió se embroma”. El juego da comienzo y el que debe buscar al escondido lo hace mencionando el sitio donde se esconde y su nombre de pila. En tanto debe cubrir sus espaldas para evitar que alguno de los otros escondidos pueda tocar la piedra antes que él, librando de tal modo a sí mismo y a todos sus compañeros… siempre y cuando lo declare a viva voz. Si el que oficia de buscador equivoca el nombre del escondido y ha dado señas del lugar que este ocupa se recurre a una figura denominada”sangre”, que equivale a error. Todo vuelve atrás, el buscador debe volver a contar y el juego reinicia.

Ayer pude ver en televisión a Juan Cabandié, nieto recuperado, estaba junto a su hermana del alma Vanina Falco. La particularidad de este caso es tan conmovedora como lo fuera el de Victoria Montenegro, quien nos diera una lección de dignidad y valentía al narrar con lujo de detalles y nombres propios a todos aquellos que ayudaron a su apropiador a ocultarle su verdadera identidad.

Aquí la diferencia no es menor porque Vanina sí era hija biológica de su apropiador, el policía Falco, y fue la que alentó y ayudó a Juan Cabandié a descubrir su verdadera identidad. Ella toma la decisión de seguir llevando su apellido, que como señala, la acompañará hasta el fin de sus días.

Esta muchacha tomó una medida trascendente para su hermano, y no reparó en enfrentar las consecuencias que esta acción le traería en su núcleo familiar; siendo su padre un intolerante y violento personaje que hacía gala de sus andanzas como parte de los grupos de tareas, incluso trayendo a su casa partes del botín.

No dejo de conmoverme al pensar en el recuerdo de sus juegos infantiles, entre los que seguramente ella buscó alguna vez a su hermano, cantándole el “piedra libre a Mariano”, tal su nombre en esa época (Mariano Andrés en la falsa identidad). Tal vez para concordar con Vanina Andrea, el suyo en realidad. Y él sintiendo: “sangre, ese no soy yo…” y no poder decirlo por no saberlo.

Porque el engaño criminal de sustitución de identidad todavía no se lo permitía. Hay que hacer un enorme esfuerzo para tratar de rozar el sufrimiento que supone la sustitución de identidad para cualquier ser humano que la padezca e inicie el camino de la sospecha de búsqueda de su identidad real. Así como hay que tener un valor inestimable para acompañar a un hermano en el durísimo camino de su recuperación identitaria.

Vanina Falco y Victoria Montenegro, han quedado para siempre en el recuerdo de todos los que alguna vez, hace mucho tiempo -o casi ayer- libramos “para todos los compañeros” tocando la piedra antes que el buscador.

Porque Vanina nos libró a todos nosotros al librar a Juan Cabandié, maliciosamente escondido bajo el nombre de Mariano Andrés Falco; cuyo apropiador va a ser condenado en estos días históricos de mayo, por un tribunal de la Nación bajo normas legales.

Será Justicia, y por qué no, Victoria.

No es casualidad el inicio con “V” del nombre de estas dos mujeres que fueron niñas, pasaron por circunstancias extremas y no sólo no lo lamentan sino que lo cargan en sus mochilas para iniciar una vida plena: Victoria con su recuperado apellido y Vanina con espaldas suficientes como para llevar el suyo por otro camino de aquí en más.

Gracias a las dos por enseñarnos que el valor de la verdad no puede comprarlo ninguna fortuna, por Noble que sea quien la detente.

 mayo de 2011

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