30 julio 2011

Ante la represión y asesinato de militantes sociales en Jujuy

En repudio a los asesinatos perpetrados en tierras del Ingenio Ledesma,
propiedad de la familia Blaquier en Jujuy, emitimos la presente Declaración.


CARTA ABIERTA
DECLARACIÓN

La muerte no es el límite. Está mucho más allá del límite: es el colmo inaceptable desde cualquier punto de vista. No nos alcanza con repudiar las muertes en Ledesma: exigimos inmediato y eficaz esclarecimiento y castigo, tanto a los culpables como a los responsables, así como todas y cada una de las medidas concretas que aseguren que definitivamente nunca esta palabra, “muertos”, vuelva a ser noticia, en referencia a un conflicto social.

El límite es el firme e irrenunciable rechazo a reprimir las protestas populares y las acciones que llevan a cabo los habitantes de nuestro país en defensa de sus necesidades, sobre todo los más pobres y desprotegidos.

Sean oportunas esas acciones o no, imprudentes o no, estén o no estén fogoneadas por algún otro interés, nunca, de ningún modo, estará en la represión la respuesta, cueste lo que cueste y sea el que fuere el costo político a pagar. El “no” tajante a reprimir el derecho a la lucha y la demanda es un componente básico de la vasta transformación de la vida política que desde mayo de 2003 viene llevando a cabo el Estado, cuyo rumbo estamos decididos a sostener y llevar cada vez más adelante, aun cuando se impongan nuevos y graves obstáculos, previsibles en un contexto de enfrentamiento con un inescrupuloso bloque de poder e imprevisible en la magnitud y características de las maniobras u operaciones a las que los intereses afectados recurran en busca de frenar o torcer el rumbo. Porque es nuestra la bandera “Cristina 2011” reclamamos una acción real, sostenida y a fondo para que nunca más de aquí en adelante vuelva a ser quebrado ese principio en el territorio argentino, sea por fuerzas nacionales o provinciales, estatales o privadas, o provenientes de cualquiera de los estratos del poder político o de la sociedad.

Estos hechos, en los que vuelve a surgir el nombre del Ingenio Ledesma, rememoran la vinculación y colaboración del grupo económico de la familia Blaquier con la última dictadura militar y su política de violación sistemática y organizada de los Derechos Humanos. Queda evidenciada nuevamente la relación entre represión a movimientos populares y la preservación de privilegios cimentados en la violencia y el totalitarismo, lo que resalta la urgente necesidad de sostener y profundizar las políticas del gobierno nacional en defensa de los Derechos Humanos, la independencia respecto de los sectores de poder tradicionales y el renovado esfuerzo por mejorar las condiciones de vida de nuestro pueblo.

A la vez que un reclamo, este es un llamado a todas y cada una de las fuerzas democráticas, populares, progresistas, autonomistas y emancipadoras del país. Urge a estas fuerzas y a cada argentino preocupado por el destino nacional a tomar conciencia de las graves consecuencias que arrojan estos crudos acontecimientos sobre el futuro, en la medida en que tienden a hundirnos en el sórdido abismo de un retroceso profundo en lo más elementalmente humano de la vida social, y en su capacidad para horadar y degradar a un gobierno popular, que es atacado por sus realizaciones antes que por sus deficiencias, a las que urge analizar con renovados esfuerzos de imaginación política.

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 29 de julio de 2011

(enviado por Roberto Páez González)

28 julio 2011

Debates sobre la Capital Federal

Debates sobre la Capital Federal
La Ciudad en la irresuelta cuestión nacional


Autonomía porteña,la histórica jugada magistral de la reacción
Por Federico Bernal *
Escudriñar en las causas históricas del separatismo portuario permitirá redimensionar la importancia estratégica de la Ciudad capital. Esto es, dejar de medirla en términos electoralistas para hacerlo como pieza política, geopolítica, económica y comercial.
El menemismo vino a terminar lo iniciado en 1955 y que, a excepción del brevísimo interregno 1973/74, prosiguió hasta 2003. Su mayor éxito, la elaboración y posterior ejecución de su basamento jurídico-constitucional a nivel: 1) privatización y desregulación estatal; 2) provincialización (descentralización-desnacionalización) de los recursos naturales y sus rentas; y 3) la autonomía porteña. La lección histórica devenida del peor golpe jamás recibido por el liberalismo argentino, la federalización de la Ciudad de Buenos Aires en 1880 había sido asimilada. Diezmar al país es únicamente viable y sostenible en el tiempo al combinar la demolición del Estado, con el traspaso del control de los recursos estratégicos a las provincias y con la conversión de la Capital Federal en una Ciudad-Estado, tal como lo fue entre 1810 y 1880. Con la provincialización de recursos, las provincias acentuaron su primarización económica. Igual sucedió con la renta aduanera primero y la renta agraria después, rentas que usufructuadas por una insignificante minoría social, trabaron el desarrollo de las fuerzas productivas y la capitalización nacional. Pero del 2003 a la fecha, la Argentina “granero del mundo” si bien decidida a no dejarse vencer, se encuentra en franco retroceso. No obstante ello, dos de sus tres basamentos jurídicos-constitucionales siguen en pie. Aquí nos centraremos en la cuestión de la “autonomía” porteña, autonomía que desde un punto de vista histórico, económico, político y social afecta severamente la consolidación y profundización de lo iniciado ocho años atrás. Escudriñar en las causas históricas del separatismo portuario permitirá redimensionar la importancia estratégica de la ciudad capital. Esto es, dejar de medirla en términos electoralistas para hacerlo como pieza política, geopolítica, económica y comercial clave de la irresuelta cuestión nacional (por ejemplo, fue el distrito federal de Buenos Aires la plaza fuerte del poder antinacional, punta de lanza de la contrarrevolución de 1811, como de los golpes del ‘30, el ‘55, el ‘76 y del fallido de 2008). Permitirá asimismo hacerse la siguiente reflexión: ¿es posible recuperar la Ciudad sin cambiar las reglas de juego del Pacto de Olivos y su movida autonomista de 1996? Mientras tanto, la autonomía avanza para dar el gran batacazo: la transferencia del Puerto de Buenos Aires a la Ciudad.
LA JUGADA CONSERVADORA. La federalización de Buenos Aires recuperó la Ciudad para todos los argentinos al hacerla su capital. La Ley de Federalización de 1880 ponía en manos de la Nación, no sólo la multimillonaria renta aduanera, sino también al municipio de Buenos Aires al colocarlo directamente bajo la égida del Poder Ejecutivo Nacional. La ciudad en donde reside el gobierno de la Nación estaría gobernada por un delegado nombrado por el presidente: el intendente. Pero la autonomía de 1996 modificó notablemente el espíritu de dicha ley. La “autonomía” cedió a la ciudadanía local la decisión de elegir al intendente. Una jugada magistral porque tal como dijo Sarmiento allá por 1887: “En Buenos Aires no está la Nación, porque es una provincia de extranjeros.” Si bien el nivel de extranjerización social cambió drásticamente desde entonces, su egoísmo anti-provinciano, su xenofobia, su profundo y congénito desprecio a lo popular como su amor a lo extranjero siguen dando sustento a la frase del sanjuanino. Asimismo y para cierto sector del progresismo pequeño-burgués, creer que la autonomía porteña es un logro de la democracia en general y participativa en particular resulta tan ingenuo y erróneo como creer que la democracia retornó al país por el sólo hecho de un pueblo habilitado a elegir a sus gobernantes. La “autonomía porteña”, histórico anhelo del conservadurismo argentino, quitó de las manos del presidente de la Nación la elección del intendente de la ciudad capital, para colocarlo en manos de los vecinos y vecinas. Un traspaso que, dada la también histórica naturaleza ideológica de los porteños, sin dudas profundizará la “autonomía” poniéndola más allá del color partidario del gobierno central. De aquí que mientras más se nacionalice y democratice el país, la autonomía porteña tienda a desnacionalizar su ciudad capital.
EL GRAN BOTÍN: LA TRANSFERENCIA DEL PUERTO. ¿Cuál es el siguiente paso? El Puerto de Buenos Aires es el único verdaderamente federal, es decir, el único que no fue provincializado. En efecto, la privatización y federalización de YPF tuvo su par en la privatización de las terminales portuarias y el traspaso de los puertos a sus respectivas provincias. La Ley Nacional de Puertos de 1992 establecía la transferencia del Puerto de Buenos Aires a la entonces Municipalidad homónima, acción que fue vetada por el Poder Ejecutivo. Pero en este presente, todo está dado para terminar la gran obra. El traspaso del puerto a la Ciudad Autónoma es una de las grandes demandas del macrismo y estará avalado por los vecinos y las vecinas que democráticamente lo eligieron. Y así es cómo finalmente llegamos al ridículo de que uno de los principales puertos de Sudamérica y el principal puerto del país en operación de contendedores y de carga de alto valor agregado; el único puerto propiedad del Estado nacional, aorta de las provincias mediterráneas hacia el Mercosur y el Mundo, responsable del 90% del tráfico de contenedores de la Argentina y de un valor de importaciones-exportaciones de mercancías equivalente al 11% del PBI, este puerto habrá de depender de una administración localista cuya elección a su vez depende de vecinos y vecinas en su gran mayoría no afines a la causa nacional.
CONCLUSIONES: ¡QUE EL PUEBLO ARGENTINO ELIJA AL INTENDENTE PORTEÑO! El ex presidente Néstor Kirchner reconoció unos meses antes de su desaparición física el error de haber avalado la provincialización de recursos. Quizás por este motivo, sembró las bases para exterminarlo con la creación de Enarsa primero y la creación del Fondo Solidario de la Soja después. Y es este último el que viene a romper con el federalismo del mitrismo contemporáneo (provincialización de recursos), revolucionando las reglas de juego. En igual sentido deberá tratarse la cuestión de la Capital Federal. Gracias al espurio Pacto de Olivos, la provincialización de recursos y la reedición de un “Estado dentro de la Nación misma” –como sostenían las huestes tejedoristas y mitristas– ha traspasado los límites de la General Paz, pero en dirección al Puerto de Buenos Aires. El horror de que bonaerenses no puedan atenderse en los hospitales capitalinos no es nada en comparación con el traspaso del puerto a manos de la Ciudad. Como sea, la clave pasa por desarticular las bases jurídico-constitucionales del neoliberalismo citadas al comienzo. Porque no habrá posibilidad cierta de recuperar los hidrocarburos, los minerales y la Ciudad con la Constitución de 1994. Su articulado no sólo dio sustento al aspecto “federal” del dominio jurídico de los hidrocarburos, sino que abrió las puertas a la autonomía porteña de 1996. Cambiar las reglas del juego: ¿por qué los porteños y porteñas deben ser quienes elijan con total exclusividad al intendente capitalino? Antes de la reforma de 1996, era el presidente de la Nación –elegido por las mayorías argentinas– quien elegía a la primera autoridad distrital. Suponiendo esta última opción poco democrática a los tiempos de profundas transformaciones que corren, ¿por qué no extender al conjunto del país la elección del jefe de gobierno, reteniendo los vecinos y vecinas la exclusividad para la elección de comuneros? En fin, no habrá solución digna para los problemas de vivienda, salud, educación, empleo y transporte que hoy por hoy afligen a los habitantes de la capital si ésta sigue divorciada de la Nación. En plena campaña electoral de 1880 y cuyo resultado definiría la cuestión de la Capital, el diario La Nación se pronunciaba abiertamente en contra de la federalización. En un editorial de octubre del mismo año señalaba: “La cuestión electoral se ha convertido en una cuestión de organización nacional.” Tuvo razón. Ahora también.
* Director del CLICeT.
Fuente: Tiempo Argentino, 31.07.11

27 julio 2011

HISTORIA DE UNA VIDA


ADELANTO EXCLUSIVO DEL LIBRO LA PRESIDENTA, HISTORIA DE UNA VIDA, DE SANDRA RUSSO

“Tuvimos que pelear para defender al Gobierno”

Desde que llegó a la presidencia, Cristina Fernández de Kirchner no dio ninguna entrevista a medios gráficos (la última fue a este diario antes de asumir) y sus contactos con los medios se redujeron aún más desde la muerte de Néstor Kirchner. Por eso, no es uno de los méritos menores de la autora de La Presidenta, historia de una vida, la indispensable biografía escrita por Sandra Russo que editorial Sudamericana distribuirá en librerías a partir del 1º de agosto, el haber conseguido concretar largos diálogos con CFK que le sirvieron tanto para afinar los resultados de su trabajo como para iluminar los momentos más importantes de la vida de la protagonista con su propia palabra. Una parte de esas definiciones presidenciales es lo que Página/12 adelanta a sus lectores. Así aparecen verdaderas revelaciones sobre su trayectoria, la relación que la unió y aún la une a Néstor Kirchner, su formación política, los momentos claves de su mandato (como la 125, la ley de medios, Fútbol para Todos, la estatización de las AFJP, el matrimonio igualitario) y hasta el relato de la última noche que pasó con Kirchner y lo que ella considera su legado.

 Por Sandra Russo

La familia

El padre y la madre nunca se llevaron bien. Era una de esas tantas parejas que no se entienden. No tenían nada que ver el uno con el otro. “Nunca me puse a analizarlo demasiado”, dice Cristina, y yo me acordaré de esto cuando ella cuente, más adelante, su tropiezo con la psicología.
En cuanto a su hermana, asegura tajantemente que era la más querida de esa familia. “Siempre le reproché a mamá que la quisiera más a ella que a mí, y eso no me lo puede negar. Es completamente cierto”, desliza. A Gisele la quisieron mucho todos, ella y Néstor también. Gisele es médica. Hizo toda su carrera en hospitales públicos, nunca quiso ejercer la medicina privada. Debió jubilarse por una enfermedad oncológica. Hace unos años sufrió un trastorno bipolar, del que se recuperó.
–Decían que era yo la bipolar. Les da lo mismo, mezclan todo. Confunden a una persona con la otra, pasan por alto lo que significa en una familia ver a alguien tan joven ponerse tan mal. Fue terrible cuando se enfermó.
Gisele es muy inteligente y tiene un alto grado de sensibilidad. Extrema, te diría. Hay gente que padece esa enfermedad y que tiene una percepción muy aguda de las cosas, y vos sentís que casi te adivina, que te lee el pensamiento. Cuando se acepta el tratamiento, los pacientes responden muy bien. El problema dura hasta que lo aceptan, porque Gisele no quería tomar la medicación.
Para mí su enfermedad fue muy fuerte, muy dura. Siempre tuvimos una relación muy estrecha, más de lo común entre hermanas. Ella dependía de mí más que yo de ella, porque mi mamá me la enchufaba siempre. “Andá con tu hermanita”, “No, mamá, no tengo ganas de ir con mi hermanita”. Pero me tenía que hacer cargo. Eso me reventaba. Ella me adora, soy su ídola. Néstor la adoraba, y ella a él también.

De Psicología a Derecho

Esta mujer que hoy representa a muchos sectores, pero que defiende prioritariamente a los trabajadores organizados, creció escuchando en su propia casa que el que no trabaja es porque no quiere y que los argentinos son vagos. El estribillo del antiperonismo. Su análisis se basa en esas condiciones materiales, familiares, en esa prefiguración del mundo que toma cuerpo en la infancia. Cristina Fernández nunca se psicoanalizó. Lo que hizo, sí, fue inscribirse un año en Psicología. Una experiencia cuyo recuerdo le parece “insoportable”.
Cristina era perito mercantil, y cuando llegó el momento de inscribirse en Derecho, que era la carrera elegida, hubo un obstáculo administrativo. En Derecho no aceptaban peritos mercantiles y había que rendir diecisiete equivalencias.
–Como si los peritos mercantiles fuéramos almaceneros con título, qué ridículo. Yo como perito mercantil había cursado muchas materias que tenían más que ver con Derecho que cualquier bachiller. Había cursado Derecho usual, Derecho administrativo, Economía política. Pero no hubo nada que hacer ese año y me inscribí en Psicología, que no se daba en Humanidades sino en un instituto que quedaba muy lejos y había que estar muy temprano. Dios, llegaba hasta ahí y me decía a mí misma “qué hacés vos acá, escuchando esto”. La materia que más me gustaba era Antropología cultural, estaba la cátedra de Mario Margulis. Pero había un ayudante...
Escuchar esas cosas tan temprano... –se agarra la cabeza y se ríe–. No era para mí. A mí me gusta discutir, pero sobre cosas concretas. Detesto hablar sobre bueyes perdidos. No lo toleraba. Yo quiero discutir con resultados. Discutimos y bueno, vos tenés razón, yo tengo razón, cedemos los dos un poco, en fin. Pero no puedo soportar la incertidumbre –dice, todavía explicando su aburrimiento en las clases de Psicología, pero ya virando en otra asociación–. Mirá los desaparecidos. Lo más terrible no fue la muerte, sino el estado nebuloso del de- saparecido. Muerte y tortura hubo siempre a lo largo de la historia argentina. Lo novedoso, lo perverso que introdujo la dictadura militar fue ese “no saber”. Eso nadie lo esperaba, era inconcebible. Y cada vez que uno lo piensa bien, sigue siendo inconcebible.

El gran chispazo

Pipa ya lo conocía a Néstor –era el pibe que vivía con su novio– cuando empezó a sentarse con Cristina en el curso. Néstor era identificable por la campera verde, brillante y jodón, pero decididamente no era un galán. De modo que cuando Pipa consoló a Cristina prometiéndole conseguirle un candidato, pensó en algunas posibilidades, pero ninguna de ellas incluía a Néstor.
Mientras, Cristina veía declinar su propio entusiasmo por el noviazgo con Cafferata, hubo varias reuniones en la casa de Pipa a las que Omar llegaba con su guitarra y sus amigos. Entre ellos estaba Néstor. Nada indicaba, en esos cruces previos, que entre ellos algo se encendería con tanto fuego.
Estéticamente, parecían polos opuestos. Cristina era impecable y Néstor, un desastre. Llegaron a estudiar una materia los cuatro juntos. Cristina era una máquina de leer, y a Néstor parecía difícil hasta sentarlo a la mesa.
Era el más comprometido de ellos con la FURN, pero no perseguía un promedio brillante.
El Día del Estudiante de 1974 iba a producirse el Gran Chispazo.
–El Centro de Estudiantes de Santa Cruz había festejado ese 21 de septiembre en el Parque Pereyra Iraola.
Néstor venía de ahí. Yo estaba en la casa de Omar, estudiando, porque teníamos un parcial de Reales, Derecho Civil IV. Llega Pipa y le dice que se había muerto su abuelo. Omar se fue con ella al velorio. Néstor me vio estudiando y se ofreció a ayudarme, porque nosotros estudiábamos de a dos. Uno leía en voz alta. Como Omar se fue, me dijo: “Yo te ayudo”. “Bueno, gracias”, le digo. Se sienta. ¡Y me empieza a discutir todo! –se indigna Cristina todavía–. Cosas que yo sabía. Yo decía algo y me interrumpía. “No, no es así.” “Cómo que no es así”, le decía yo. “No. No es así.” Hasta que me di cuenta de que estaba mamado. Le dije: “Querido, ¿vos me estás tomando el pelo? Andate a joder con tus amigos, que yo me voy a la mierda”. El se reía. Y no me fui, me parece. Creo que me quedé.

Néstor

Cuando se encontraron por primera vez, ella tenía 20 y él 23. Se casaron a los seis meses de haberse conocido, pero eso no me lo dice. Toma un sorbo de la lágrima que le han traído, y habla de él sin que la voz experimente más que un temblor. Y de lo primero que habla es de las peleas. “Teníamos peleas memorables”, dice, y sonríe, como reconfortada por el recuerdo. “Arrancamos así, peleándonos. Discutíamos por todo, por cosas que nos parecían muy importantes y cosas que eran pavadas. Pero nos peleamos siempre, desde el primer hasta el último día.” Las discusiones las terminaba cualquiera de los dos, “el que creía que iba ganando”, aclara.
Cristina se extiende en el tema de las peleas. Creí que se había tratado de un mero comentario, pero a medida que sigue hablando, es obvio que eso es lo que más extraña. Pelearse con Néstor. Esa manera de hacerse compañía. Desarrollaron un arte de la pelea.
–Yo cuando me enojaba no le hablaba –dice usando un tono nuevo, mordaz, de jugadora–. Era lo peor que le podía hacer. No hablarle. Yo sabía que si resistía ganaba, pero me costaba mucho. He llegado a estar un día entero sin hablarle –afirma con la cabeza, como reconociéndose un mérito.
–¿Un día? No es nada –le digo.
–Pero para nosotros un día era una eternidad. No podíamos vivir sin hablarnos. El a veces se ensimismaba, y te dabas cuenta de que estaba enojado por la cara que tenía. ¡Cómo me reventaba esa cara de culo cuando no sabía qué le pasaba! “Qué pasa”, le preguntaba. Y él contestaba “nada”, con mal tono. Podía ser que le hubiera molestado algo de mí o de alguna situación. Pero yo no soportaba que me dijera “nada”.
Se habían acostumbrado a estar juntos todo el tiempo. Cuando Néstor fue intendente de Río Gallegos y durante los doce años que fue gobernador de Santa Cruz, Cristina tenía su despacho al lado del suyo. Incluso cuando era diputada nacional y pasaba los días de semana en la Capital, mantuvo su despacho junto al del gobernador. Pero en aquel tiempo, cuando de lunes a jueves Cristina se instalaba en el departamento de Juncal y Uruguay, comenzaron los llamados.
Repetidos, obsesivos, insistentes. Quienes los conocieron cuando él era intendente y ella jefa de campaña, o cuando él era gobernador y ella secretaria legal y técnica o diputada nacional, o cuando él fue Presidente y ella, además de “primera ciudadana”, senadora, o cuando ella fue Presidenta y él su primer militante, no dejan de mencionar los llamados que se hacían. Eran constantes y a toda hora. Mañana, tarde, noche, madrugada. Por motivos políticos y domésticos.
Cristina hace silencios cortos. Son pausas en la conversación que usa, creo, para ordenar lo que va volviendo a su mente y sus emociones. Ahora que ya ha tosido un poco y ha terminado su lágrima, dice casi admirada:
–Lo impresionante es que yo pensaba en él y el tipo me llamaba. Teníamos momentos telepáticos. Nos llamábamos en el momento y por el mismo tema en que estaba pensando el otro. Y cuando estábamos juntos, a veces ni hablábamos, con mirarnos ya nos entendíamos. Era muy impresionante, sí; la conexión era impresionante.
–Tener un interlocutor como ése es...
–Insustituible. No hay otra palabra. Con el que más me acerco ahora es con mi hijo, pero es totalmente distinto, es otra edad, otras vivencias, tenemos una relación de madre e hijo. Lo mío con Néstor fue increíble.

20 de junio de 1973

Ese fue el día de la masacre de Ezeiza. Volvía Perón a quedarse, y Ofelia Wilhem, la madre de Cristina, estaba emperrada en ir. Le anunció a su hija mayor que iría sola. Cristina decidió acompañarla, y encontrarse allí con las columnas de la FURN y el FAEP, las agrupaciones de Derecho. Quedaron las dos en medio de los tiroteos, aunque de una manera singular: fue la hija la que debió zamarrear a la madre para salir de allí.
–Yo estaba con la duda, porque quería ir con mis compañeros de la facultad, pero mamá... –dice Cristina y sonríe con alguna dosis de resignación–. Mamá quería ir, quería ir, yo le decía “Mejor quedate acá”, pero qué... Bueno, está bien, le dije, voy con vos. Salimos muy temprano, pasadas las cinco de la mañana. Fuimos con un compañero del gremio de mamá. Bajamos por Ciudad Evita, y entramos por una transversal. Había que dejar el auto muy lejos, así que caminamos mucho; serían las seis y media, estaba amaneciendo. Había una neblina muy espesa, casi cinematográfica. Entramos a Ezeiza y empezamos a caminar por la Riccheri, y yo me subí al guardarrail, para ver la perspectiva. Era impresionante.
Eran como hormigas. Venían de todas partes. Gente sola, gente encuadrada, con banderas, con cartelitos. Vi llegar un grupo con una bandera uruguaya. Vi indios tobas, altísimos. Vi una inmensa bandera del ERP 22 de Agosto.
Y todo envuelto en ese humo. Llegamos después de caminar horas, ya eran más de las diez. Yo me fui para el lado por el que sabía que iban a entrar los de la facultad. Era del lado donde estaba Evita. En el palco oficial, estaba el retrato de Perón enorme en el medio, de un lado estaba Isabel y del otro Evita. Nosotros nos íbamos a encontrar de ese lado. Apenas llego, siento ruidos. Pin pin pin.
Le pregunto a un tipo que vendía choripanes. “Sí, son tiros”, me dijo. “Pero están así desde la mañana.” Se empezó a formar muy claramente un cerco de la Juventud Sindical alrededor del palco, me acuerdo el color verde. A eso de las dos de la tarde... Yo no sé por qué me acuerdo tan bien de los horarios. Pero sí, a esa hora vi entrar las banderolas blancas con letras azules de la FURN y las azules con letras blancas del FAEP. Querían llegar al palco y no los dejaban. A las dos y cuarto, dos y veinte, veo que hacen fuerza para poder entrar. Armaron una típica formación de cuña, rompen el cerco y pasan. Y al instante, los tiros. La gente empezó a correr. Venían para el lado donde estábamos nosotras. Gritaban “¡Nos están cagando a tiros!”. Mi primera reacción fue meterme adentro del bosquecito, porque yo creí que los tiros venían solamente del palco. Me puse atrás de un árbol, y mi mamá gritaba “¡Yo me quedo a ver a Perón, yo me quedo a ver a Perón!”. Increíble. Yo le decía “Mamá, acá no nos podemos quedar”. Y de pronto, empezaron a tirar de todas partes. Tiraban del palco y tiraban de atrás. Yo la zamarreaba a mamá, discutimos. Ella gritaba. “¡A mí no me va a sacar nadie!”. Una discusión ridícula en una escena terrible. Empezamos a caminar y a chocarnos con los miles y miles que seguían llegando, y a los que desde un camión les decían “¡Compañeros, no retrocedan!”. Fueron momentos muy confusos. Fue infernal. Hicimos todo el camino a la inversa, fueron más horas caminando. A La Plata llegamos después de las ocho de la noche.

Lucha armada y peronismo

Cuando Néstor y Cristina se casaron y ya se habían ido de la Tendencia porque disentían con la lucha armada, Gisele los iba a visitar todos los días a la casa de City Bell, donde vivían con Chiche Labolita y Gladis Dalessandro. Un domingo hubo una marcha organizada por la CGT, el día que lo echaron a López Rega. Néstor y Cristina no habían ido.
–Ese domingo organizamos un asado en casa. Vinieron el Kuto Moreno, Hernán Fuentes, el hermano del actual senador Marcelo Fuentes, que ya se había recibido, Cachito Caballero, un neuquino, Carlos Negri, que había sido diputado por la JP. Todos estábamos en casa cuando llegó Gisele de la marcha. Yo me puse a revisarle unas carpetas y encontré un afiche de Evita Montonera. La llamé a los gritos. “¿En qué andás, vos?”, la increpaba yo. Nosotros éramos muy críticos, y no era ningún secreto. Néstor andaba a los gritos por los pasillos de la facultad. Nos oponíamos a lo que estaba claro que se venía. Que era la militarización de la política. Sólo podía tener sentido durante la proscripción, en dictadura, pero en democracia no. Con un gobierno electo, aunque no nos gustara, no. Y además nosotros, los de la Juventud, entrábamos a los barrios y la gente nos recibía porque éramos peronistas y ellos eran peronistas. Vos podías pelearte con Perón, pero ¿con el peronismo de la gente qué hacés? Eso no se quería discutir. Ese domingo con Gisele nos gritamos de todo, y yo terminé diciéndole “Te van a matar, tarada”. La agarramos con Néstor y la convencimos. Le salvamos la vida –afirma con la cabeza, los ojos se posan en el vacío–. Le salvamos la vida. Estoy segura. Le salvamos la vida.

Las candidaturas

–Yo nunca quise ser candidata. Nunca. Ni para Presidenta ni para senadora ni para diputada provincial. Me tuvieron que convencer siempre. Ya éramos el Frente para la Victoria Santacruceña. Yo insistí en que le teníamos que agregar “santacruceña”, quería ser más específica. Aquella vez, yo me negaba a ser candidata a diputada por el Frente para la Victoria. “No, no, van a decir que soy la mujer del intendente”, repetía, y me los quería sacar de encima. Todos se acordaron de eso cuando poco tiempo después hubo una película de Isabel Sarli que se llamó La mujer del intendente, ¿a vos te parece? Cómo me gastaron...

Vivir bajo presión

–Yo estoy acostumbrada a situaciones de extrema presión y a no perder la calma –dice precisamente en un tono muy bajo y controlado, soltando las palabras despacito–. Tengo muy alto el umbral de la presión psíquica, y muy bajo el umbral del dolor físico. Y ahora, con lo de Néstor, mucho más. El era más leche hervida.
Desde que él murió, es como si yo hubiera profundizado esa tolerancia a la presión. Están esperando que me salga de la vaina, pero no me salgo fácilmente. Ahora ya no tengo el contrabalanceo con Néstor, porque siempre cuando uno se sacaba, el otro contenía. Ahora tengo que hacerlo yo sola. Las cosas me afectan menos, todo se relativiza, se adquiere otra dimensión.

El FMI y las reservas

Cristina pone especial énfasis en el gobierno de Néstor y en lo que fue clave para determinar las propias políticas económicas: el desendeudamiento y la cancelación de la deuda, el reposicionamiento frente al FMI.
En el hotel, durante la entrevista, saco el tema. Aquélla fue una carta guardada durante la campaña, el as que el candidato medio desconocido trajo del sur bosquejado en su famoso cuaderno Arte tamaño oficio.
–Pero eso obedeció, más que a una decisión de gobierno, a una opción de vida –dice Cristina–. El odiaba tener deudas. Siempre administró su vida privada sin deudas. Desde que nos casamos tuvimos ahorros. Eso le vino de su cultura de inmigrante: tener algo y no deberlo era un valor. No es que Néstor vino con una teoría económica, no planteó el desendeudamiento leyendo economía. Para él lo lógico en lo privado era lógico en lo público. Estaba en su ADN. Obviamente consideraba a la deuda externa como el mayor condicionante histórico, y el pago al FMI... Eso le rondaba, le rondaba. Cuando Lula le contó que tenía la misma idea y que lo iba a hacer, dijo “es ahora”. Fue casi al unísono con Brasil. El llegó a la presidencia con la idea de ahorrar reservas. Es lo que hizo toda la vida, juntar plata para tener seguridad y no necesitar pedirle a nadie. Me acuerdo que una vez, en mi campaña para senadora por la provincia de Buenos Aires, estábamos en Ezeiza y se puso a charlar con Alfredo Coto. Y le dijo: “La Argentina para crecer necesita tener 50.000 millones de dólares de reserva”. En aquel momento todavía sonaba exagerado. Era el 2005, teníamos 20.000. Pero ése era el rumbo, y eso se logró.

La 125, “Clarín” y Alberto Fernández

–A mí en el 2008 me quisieron destituir. Sí. No tengo ninguna duda. No habían querido que fuera yo la candidata. Fundamentalmente el Grupo Clarín. Magnetto lo había ido a ver a Néstor a Olivos y le había dicho que no me querían como candidata. Se lo decían a todo el mundo. El otro día me vengo a enterar... Preguntale a Florencio Randazzo, pedile que te cuente cómo era, cuando él estaba convencido de que iba a ser yo la candidata, Felipe Solá le decía “no, eso se cae, mirá que yo hablo con Alberto Fernández y me dice que eso se cae”. Y Randazzo le decía “pero mirá que yo hablo con Néstor y es la candidata”, y el otro le insistía que no, que yo no era. El Grupo estaba ejerciendo mucha presión, eso yo lo sabía. Lo que no sabía era que el vocero del Grupo, hacia adentro, era nuestro jefe de Gabinete.
En el 2008, la 125 pasó de ser una decisión política aislada a ser el eje de discusión de todo el modelo económico y social. Por eso digo que fuimos obligados a la pelea. La situación nos obligó a pelear para defender el Gobierno. Vos prendías la televisión ese año y escuchabas las cosas que decían de mí y de Kirchner, y nunca se las habían dicho a nadie. A nadie. Nunca. Yo puedo hacer discursos con contenidos fuertes, pero son conceptos. Me devolvían agravios personales, uno atrás del otro. (...)
Cuando vi la embestida, la verdad, no dudé. Se dio naturalmente. No pensamos nunca en retroceder ni en negociar ni en hacer un gobierno débil. Me refiero a lo que me vengo refiriendo desde que empezamos a hablar. A las convicciones. A lo que me parecía lo mejor para el país. Yo me planté y bueno, dije, si me echan, que sea por lo que pienso y hago, no por lo que no me animo a hacer. No me iban a echar por débil. No quise ser como Alfonsín, que se terminó yendo después de haber hecho lo que no quería. Eso sí que no. Ni por estúpida, porque me estaban subestimando. Yo ya había empezado las reuniones con la Coalición por una Radiodifusión Democrática, el colectivo que durante años elaboró los 21 puntos originales del proyecto de la ley de medios. Quería interiorizarme. Alberto Fernández me preguntaba: “¿Qué vas a hacer con eso?”. “Nada”, le decía yo. “Me interesa.” “Mirá que a Clarín eso no le interesa”, me decía, y yo le contestaba: “No lo hago por si le interesa o no le interesa a Clarín.” Varias veces cruzamos ese diálogo. Era tenso. Terminé diciéndole:
“Y si al Grupo no le interesa, para qué te hacés problema vos”. Empezamos a trabajar más fuerte con la Coalición, pero creo que ellos tampoco creían que lo íbamos a llevar adelante. Nadie creía que nos íbamos a animar. Seamos sinceros. Nadie.

Fútbol para Todos

–Tampoco creían en el Fútbol para Todos. En realidad, si uno lo mira en perspectiva, en términos de cambio y transformación de las costumbres, eso fue muy fuerte. En este país había chicos de veinte años que nunca en su perra vida habían podido ver el partido en sus casas. Tenían que ir al bar de la estación de servicio a ver el partido. El que no tenía cable tenía que salir de su casa para ver el fútbol, porque mirá, se habla de pan y circo, pero a la gente pobre ni el circo le habían dejado. El que no tenía cable no veía el partido o no veía los goles. Estaba naturalizado. El Fútbol para Todos implicó una democratización muy visible, literalmente. Porque le cambió la vida a mucha gente. Hoy el fútbol se ve en familia. Fue más fuerte incluso de lo que pude prever cuando los directivos de la AFA vieron que estábamos dispuestos a tomar decisiones que nadie había tomado hasta entonces. Alguien a quien prefiero no nombrar, para no incendiarlo, vino y me dijo: “Te puedo hacer el contacto”. “Hacelo”, le dije. A los dos días nos reunimos con Grondona y otros directivos en Olivos, a las diez de la noche, y cuando estábamos hablando yo encaré a Grondona y le pregunté: “Qué pasa si alguien le ofrece más plata que el gobierno. ¿Usted acepta?” Y él me contestó: “No, señora, yo voy a arreglar con usted. No dude de mi palabra”. Decidí confiar.

La estatización de las AFJP

–Otra medida definitoria fue recuperar los recursos de los trabajadores. Eso parecía imposible, y creo que si lo hicimos fue por el envión del 2008, cuando el mundo se vino abajo. Por eso yo lo valoro tanto a Amado Boudou. Porque fue él el que vino a traerme esa idea. Era un feriado. Me llama Massa, que era el jefe de Gabinete. Massa tiene una cosa... Cuando algo lo supera, cuando se pone nervioso, se ríe sin parar, pero casi histéricamente, pobre, no puede parar de reírse. Ese día me llamó muerto de risa, me decía que estaba con Amado, que Amado se había vuelto loco y que querían comentarme una idea. Bueno, le dije, vengan. Fuimos a la Jefatura de Gabinete. Sí, era feriado. Porque llegaron de sport. Llegan los dos. Amado me dice, mientras Massa se sigue riendo: “Presidenta, el mundo no va a volver a ser lo que fue. Tenemos que ir por las AFJP”. Le pregunté cómo sería. Y empezó a desplegar hojas y hojas, a explicarme. Massa, muerto de risa. Le dije a Amado: “Me gusta, pero llamemos a Kirchner a ver qué opina”. Y ahí mismo lo llamamos y le pedimos que fuera a la Jefatura. Estábamos sentados en mi escritorio. Néstor vino y se paró detrás, en el medio, y Amado volvió a desplegar las hojas y a explicar el proyecto. En ese momento el Estado estaba pagando el 60 por ciento para que las AFJP cumplieran con el pago de las jubilaciones mínimas. Nunca me voy a olvidar ese momento. Néstor escuchó todo en silencio, y cuando Amado terminó de hablar, no dijo nada. Primero le extendió la mano, y mientras se la estrechaba le dijo: “Estoy totalmente de acuerdo”. Para nosotros fue una noche muy importante. Néstor ya lo había pensado, incluso creo que llegó a analizar la recuperación de los fondos previsionales con Lavagna. Pero no se animó. En dos años hemos duplicado los fondos que ellos juntaron en doce. Era un negocio impresionante. Muchas de las cosas que hicimos ya las habían pensado otros, pero no se animaron. Pasó con la Asignación Universal, con la regulación de las prepagas, con Aerolíneas, con el Matrimonio Igualitario, con tantas cosas. Con cada una nos fueron diciendo oportunistas. Pero son nuestras ideas de siempre. Dijeron que éramos oportunistas con el matrimonio igualitario, por ejemplo, y ahora por suerte apareció esa vieja nota que le hizo Juan Castro a Néstor cuando era gobernador, y él se pronuncia a favor de la adopción de chicos por parte de parejas homosexuales. En todo caso, lo que aprovechamos es la oportunidad del poder, la usamos. Lo dijo él en su discurso inaugural, pero yo lo escribí y lo sentí siempre. Uno no llega hasta acá para dejar las convicciones en la puerta.

La muerte de Néstor

–El murió conmigo acá, en la cama –dice, sin que yo le haya preguntado nada al respecto, sin animarme a hacerlo–. El no murió en el hospital. Lo averigüé con el tiempo, atando cabos. Primero no entendí, por cómo se dieron las cosas, por los intentos que hicieron para reanimarlo. Pero después me puse a reconstruir todo, y lo llamé al médico para preguntarle. Y fue así, lo que pasaba era que el médico que estaba acá no se animaba a decírmelo. También fue porque nadie podía aceptar que estaba muerto. Yo no podía. Todo lo que hicimos esa mañana fue desesperado –dice, repiqueteando las uñas largas y nacaradas en el brazo de madera del sillón, después de haber apurado la palabra “muerte”. Pero con una levísima negación de cabeza, el repiqueteo de las uñas, se da coraje, y sigue, ya repuesta.
–Me queda el consuelo de que haya sido acá. No hubiera soportado que muriera en Olivos. El odiaba Olivos. No veía la hora de volver acá. Amaba este lugar. Esto se lo di yo. Lo descubrí y se lo di. Lo hice yo y contra su voluntad. Fueron años de peleas. Me decía: “Dejate de gastar ahí” –se ríe–. Pero después le transmití el amor por este lugar, y no había nada que añorara más que estar acá y dormirse su siestita en el sillón antes de ver el partido.
Y después Cristina, cuando yo creía que, ya rearmada y con la angustia un poco disipada, se iría alejando del tema, se sumergió sola y directamente en la noche del 26 de octubre. Esa noche se pelearon y se rieron como siempre, como en sus mejores noches, y hasta se besaron delante de sus sobrinos, algo que, aunque no lo dice, ella asocia con lo premonitorio.
–Ese último fin de semana fue especialmente cálido, tranquilo. Nosotros no éramos de hacernos demostraciones de afecto en público, delante de la gente. Fijate que yo no me di cuenta. Patricio, el marido de mi sobrina Natalia, fue el que me lo dijo. “Vos lo besaste”, me dijo, y me acordé. Habíamos cenado con ellos dos, con Patricio y Natalia. Salió publicado que habíamos cenado con Lázaro Báez. Nunca en mi vida cené con Lázaro. Esa noche yo estaba escribiendo un tweet para el día siguiente, que era el del Censo. A Néstor le reventaba el Twitter. Me decía: “¿Otra vez con esa boludez?”. Y yo le contestaba: “Dejame de hinchar, si a mí me distrae. ¿Yo te digo algo de tus partidos de fútbol?”. Pero me ganó por cansancio y dejé el tweet para el día siguiente. Y ahí quedó. Esa noche vinieron mis sobrinos y habíamos mirado 6, 7, 8, estábamos allá, mirá –me dice y se para y camina unos pasos. Me acerco. Me señala en el otro extremo del living enorme un sillón de tres cuerpos, mullido, color habano–. Néstor estaba sentado en esa punta y yo en esta otra. Enfrente del sillón está el televisor. El hacía zapping. Y de pronto dejó un canal en el que estaba el gordo D’Elía. Le preguntaban quién le gustaba más como candidato, si Néstor o yo, y el gordo decía que no podía elegir, pero le insistían, y dijo: “Bueno, le voy a dar una respuesta de Néstor: él decía ‘en la facultad yo era un cuatro y Cristina era un diez’”. Nos reíamos los cuatro y Néstor dijo entre dientes: “Gordo traidor”. Me causó tanta gracia, tanta ternura... que me estiré hasta la punta donde estaba él, y le di un beso en la boca. Fue el último beso que le di. Después nos acostamos y pasó lo que pasó.

El legado

–Néstor tenía sentido de trascendencia –dice Cristina–. Eso es lo que a mí me encantaba de él. Porque lo tenía, militaba. Porque lo tenía, siempre se tomó las cosas con esa pasión, sólo porque tenía ese sentido de trascendencia podía creer que veinte personas eran cinco mil. Y eso es lo que logró transmitir. Yo creo que los jóvenes que se han acercado a la militancia lo hacen porque hoy hay algo que trasciende a lo personal, a lo individual. Néstor estaría muy orgulloso de haber dejado como legado la noción trascendente de la política.
Imagen: DyN.
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CONMEMORAN LOS
30 AÑOS DE TEATRO ABIERTO

1981 – 2011


Este jueves 28 de julio se cumplirán 30 años de la primera edición de Teatro Abierto en 1981, la emblemática acción colectiva de resistencia cultural a la dictadura militar. Gerardo Codina, director de la revista barrial Síntesis Porteña, impulsora de la iniciativa que lleva adelante la Convocatoria por Teatro Abierto, anunció que ese día a las 18:00, en el Teatro del Pueblo, Roque Sáenz Peña 943, se realizará un acto de homenaje a los protagonistas de la primera edición.


Convocan, además de Síntesis Porteña,  la Asociación Espacio Social , la Biblioteca Tesis 11, el Centro Cultural Mordisquito, ATE Legislatura, la Agrupación Julio Godio y Teatristas de Comuna 3 y adhirieron más 150 entidades y personalidades del mundo cultural, de los derechos humanos y de la Comuna 3, entre ellas el Teatro IFT, el Espacio Carta Abierta, TEA Imagen, el Centro Cultural de la Cooperación, Teatro por la Identidad, Argentores, Asociación Argentina de Actores , Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes y Secretaria de Cultura de CTA Nacional.

Como culminación de las actividades conmemorativas de los 30 años de Teatro Abierto las organizaciones Late Cultura, Artenenes y No Matarás también invitan a participar de la jornada que se llevará a cabo el próximo 6 de agosto, aniversario del incendio que destruyó el Teatro del Picadero, en el Auditorio Kraft CCNV, Florida 681.

AGRADECEMOS LA DIFUSIÓN.
Gerardo Codina
15-4448-8402 / www.sintesiscomuna3.com.ar / convocatoriaporteatroabierto@gmail.com

“Eva es un icono cultural de todos los argentinos”


A 59 AÑOS DE LA MUERTE DE EVA PERON,
LA PRESIDENTA INAUGURO UN MURAL CON SU ROSTRO
SOBRE LA FACHADA DE DESARROLLO SOCIAL
La imagen de Evita, silueteada en hierro, colocada donde realizó su renunciamiento histórico, forma parte, desde anoche, de una nueva postal de la Argentina. Una multitud acompañó la inauguración de la primera parte de la obra de Daniel Santoro y Alejandro Marmo.
Por Diego Martínez
Página12 - 27/07/2011

23 julio 2011

EL ESCÁNDALO DE NEWS OF THE WORLD


Gracias y adiós aunque no me fui


Por Lidia Fagale (*)


El magnate de la prensa internacional Robert Murdoch tiene grandes negocios en juego para que niñerías locales rompan la lógica de acumulación de capital y el lucro puesto al servicio de una minoría, garantizado –a su vez– por el gran consumo de las mayorías.
Dicen que ya nada será igual para la prensa británica y posiblemente así sea. Sin embargo, todo seguirá igual para la gran política del lucro y la especulación financiera que reina como las monarquías en el mundo del poder del dinero y el control cultural que necesita para cumplir con su cometido.
El cierre del diario News of the World, tras el escándalo de las escuchas telefónicas que ha puesto en jaque a periodistas, ministros y autoridades inglesas se pretende presentar, ahora, como “una medida moralizante” a la prensa que ha “cuidado” con empeño durante un siglo y medio el negocio de vender noticias inventándolas o utilizando escuchas ilegales como fuente informativa para sus relatos amarillistas o basura. Mentiras y carroña para el consumo de un producto hecho a imagen y semejanza del circuito cultural que necesitó (y aún necesita) el sistema para su sobrevivencia en una etapa anterior. Desde el féretro y acompañado por el último ejemplar “Gracias y adiós”, la empresa tampoco se privó de hacer negocio con su propio deceso.
El muerto –el diario News of The World– debe pagar por haber mantenido un modelo de corrupción “demodé” que no está a la altura de las nuevas y más sofisticadas formas de corrupción que hoy los mismos que la generan, pero aggiornados a las nuevas circunstancias, la condenan desde otros medios de prensa, púlpitos y estrados.
El magnate de la prensa internacional, Robert Murdoch tiene grandes negocios en juego para que niñerías locales rompan la lógica de acumulación de capital y el lucro puesto al servicio de una minoría, garantizado –a su vez– por el gran consumo de las mayorías. Este es el punto y a esto se quiere referir esta columna de opinión.
Murdoch sabe como nadie –y como también lo sabe el poder real, que él muy bien representa– que los fundamentos de las denuncias por la “falta de ética de los periodistas, sus editores y responsables, involucrados en las escuchas telefónicas, tiene –ahora– una “invalorable virtud” para el funcionamiento futuro e inmediato del sistema real. Y nada impedirá que el magnate aproveche estas desgraciadas circunstancias para, por un lado, someterse a la condena moral de quienes también –y él lo sabe– han vivido como líquenes de este modelo que esculpe la política a la medida del poder del dinero.
La represalia moral es una necesidad que a la vez de ser aplaudida por el progresismo, es también funcional a la nueva forma de corrupción natural, que bajo la estructura de “negocio” intentará encarar Murdoch para concretar la compra del canal de pago BSkyB, del que ya posee el 39% y del que aspira a adquirir la totalidad.
Después del “perdón” público para resarcir las conductas antiéticas avaladas por parte del empresario y de los directivos del diario, la News of the Word, “la noticia del mundo”, es cómo y por qué el sistema político le allana el camino al más escandaloso y millonario monopolio trasnacional de la comunicación tapado por la cortina de humo y repentina moralina de la política inglesa. Una frase remanida vale para aclarar un poco más el punto: el árbol tapa el bosque.
Sería realmente interesante que la moralina del supuesto progresismo internacional tome nota de cómo sus relatos condenatorios a la “corrupción” suelen tener en la práctica política concreta un efecto paradojal, dado que, al condenar la corrupción como un caso aislado, preserva la lógica del sistema que lo genera.Se trata ahora y más que nunca de cuidar los negocios del gran capital. Los negocios del magnate Murdoch se preservan bajo la forma moderna, adaptada a las nuevas circunstancias y naturalizada en la voracidad del lucro, desde su principal patrón de acumulación: la información en épocas de guerra cultural y económica.
En tiempos de crisis, “la supuesta transparencia del capital”, la búsqueda y el perfeccionamiento de un nuevo modelo de corrupción, con mejor estilo y acorde a los nuevos tiempos, aporta, sin lugar a dudas, al mantenimiento del statu quo del sistema real. Y de esto estamos hablando en esta columna.
No es casual volver a encontrar en las reflexiones del filósofo argentino Enrique Marí, de quien se cumplen diez años este mes de su fallecimiento, a la hora de entender las vigentes habilidades del sistema económico-político y cultural que caracteriza al capitalismo cuando trata de garantizar su sobrevivencia. El caso del News of The Word es un emergente claro del escenario que intentamos analizar.
No es forzado partir de los paradigmas que aporta Marí cuando se refiere a cómo el poder real necesita presentar el fenómeno de la corrupción (que el mismo genera) como un fenómeno “no deseado” y “extirpable”, supuestamente “ajeno” asimismo para revalidar su vigencia y hegemonía, amparado a la vez en la naturaleza corrupta del sistema.
“El perdón” del diario por las escuchas telefónicas y de su dueño, Robert Murdoch, son una muestra de cómo el sistema real apela repentinamente “a la ética” y a la necesidad de volver por el supuesto “buen negocio” para ensanchar su marco normativo y seguir en carrera bajo la misma lógica de acumulación económica y cultural.
Y el caso del News of the World como paradigma “de la corrupción”, en este caso de un medio de prensa, que integra, a su vez, una concentrada corporación mediática, nos permite este análisis, validando la caracterización de Enrique Marí sobre cómo opera “la corrupción” en el capitalismo. Porque, en definitiva, siempre se tratará de omitir el fenómeno de la corrupción como algo inherente a la naturaleza del sistema. Está claro que los periodistas con su conducta corrupta le allanaron el camino a la gran corrupción menos visible, a la vez que colaboran –en la consolidación del sistema de institucionalización de la “verdadera” corrupción universal, como dice el economista Pablo Levin–.
El capitalismo se come a sí mismo, pero siempre se tiende un salvavidas. En su camino busca denodadamente mantener su vigencia. Está claro, y el poder del dinero y sus representantes lo saben: a esta etapa del capitalismo –y atento a la crisis económica-financiera y civilizatoria mundial– le corresponde otro modelo de corrupción.
Lo más escandaloso de todo esto, ya no es la usina de corrupción en cadena que ha generado un diario, lo escandaloso está en cómo la política está jaqueada por el poder del dinero. Y cómo el poder del dinero tiene la capacidad de modificar “su modelo de corrupción” frente a la incapacidad política de frenar “la institucionalización” de la corrupción, que se derrama obviamente por dentro y fuera de las fronteras del país inglés. Esa es la noticia. Gracias y adiós, aunque no me fui.
Valga también esta columna como un pequeño y merecido homenaje al filósofo argentino, Enrique Marí a diez años de su fallecimiento.



(*)  Secretaria General de la UTPBA.
Fuente: Tiempo Argentino - 23/07/2011

LOS MEDIOS, HOY

Un balance sobre
la disputa por la palabra


Por Oscar González (*)

Las transformaciones económicas, políticas y sociales han modificado los escenarios y las condiciones en que se libra la disputa por el campo de representaciones en los grandes medios de comunicación.

Después de haber transitado durante muchos años distintas redacciones es hora de repensar sobre las nuevas condiciones en que los trabajadores de prensa desempeñan hoy su oficio, en un gremio que ha sido protagonista de una larga lucha que va desde los años sesenta hasta el presente. En ese trayecto, los periodistas argentinos han pagado un altísimo costo en vidas por defender, no sólo sus reivindicaciones específicas, sino también las libertades democráticas y derechos abolidos por los regímenes autoritarios, sacrificio que impone un mandato irrenunciable a quienes sostenemos una ética periodística fundada en la solidaridad social y comprometida con la autonomía nacional.
Las transformaciones económicas, políticas y sociales de las últimas décadas han modificado los escenarios y las condiciones en que se libra la disputa por el campo de representaciones desde los grandes medios de comunicación. La emergencia de gobiernos latinoamericanos con propuestas críticas al modelo hegemónico de los ’90 y el impacto de la crisis del capitalismo mundializado crearon nuevos contextos que modificaron material y simbólicamente el rol de los medios hegemónicos en las configuraciones de poder.
Acumulación de capital financiero, desarrollo tecnológico y concentración de la propiedad constituyen no sólo fenómenos materiales porque han sido acompañados por modificaciones decisivas en aspectos como la relación de los medios con el Estado y el modo en que se manifiestan (o enmascaran) las perspectivas clasistas en el discurso periodístico, mientras categorías como “periodismo independiente” y “objetividad” encubren el objetivo de control hegemónico sobre los procesos políticos, además de naturalizar los mensajes que relativizan derechos sociales.
Ya desde finales de los ’80 y sus reformas de mercado, los medios tradicionales acompañaron y promovieron el proceso de traspaso de la renta social hacia el circuito financiero, constituyéndose no sólo en voceros de los núcleos concentrados del capital sino integrándose a ellos. Condiciones de esta transformación fueron la apropiación de la empresa Papel Prensa por parte de los dos diarios hegemónicos bajo la tutela militar, el proceso de privatizaciones de radios estatales y, más tarde, el de los canales de televisión durante el menemismo. La transformación de Clarín en una corporación financiera multimediática se visibiliza en la destacada membresía de su CEO, Héctor Magnetto, en la Asociación Empresaria Argentina, la cúpula del establishment local. A ello se suma un hecho de una fuerte carga ética y jurídica: la posible apropiación de dos hijos de desaparecidos por parte de la titular del grupo. Como sucede con otros gobiernos reformistas de Sudamérica, en la Argentina las empresas periodísticas emergieron como poderosos factores de presión frente al Estado gracias a la expansión tecnológica y la convergencia y concentración monopólica, lo que les otorga una privilegiada capacidad de emisión de propaganda político-ideológica. Simultáneamente, el desarrollo y profundización de las reformas sociales y políticas iniciadas en 2003 generó una durísima confrontación con las corporaciones a partir de iniciativas como la de elevar las retenciones agrícolas, recuperar el sistema previsional solidario y, en otro orden, el impulso a los juicios contra la impunidad y la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que combate de lleno a la concentración mediática.
En esta batalla por el dominio de las conciencias, la lógica de abolir la pluralidad de grados y matices, que se asemeja a un ultimátum, amplió y profundizó una confrontación que llevó a esas empresas periodísticas a pujar en ámbitos que antes se consideraba secundarios, lo que se hizo evidente en la convocatoria a intelectuales afines con el propósito de validar los discursos desde lugares de supuesto saber, en un escenario donde la palabra es objeto explícito de disputa.Los medios hegemónicos han utilizado siempre la polarización maniquea como recurso. Ocurre que lo que se busca condicionar y limitar ya no es la autonomía, siempre relativa, de un gobierno frente a los grupos de poder sino la capacidad de la política misma para generar cambios progresistas. Así, el alineamiento de la sociedad se torna en objetivo de la comunicación hegemónica y la función del miedo adquiere nuevas semánticas como cuando se habla de supuestas “crispaciones” y “desprecio por los consensos”. El solo enunciado “le tengo miedo” coloca al destinatario en un lugar amenazante, atribuyéndole un poder intrínsecamente ilegítimo que se propone “amordazar a la prensa independiente” y atacar a ciudadanos indefensos. Como una de las misiones fundamentales de los medios es preservar un sistema de creencias en el que, entre otros mitos, se identifica la economía de mercado con la democracia, todo lo que perturbe al mercado pone en riesgo la democracia. Así, los editoriales y análisis presentan al mercado como un fenómeno espontáneo e inapelable. Los medios hegemónicos se han ocupado profusamente de inducir la representación de que el otro es un enemigo potencial. Por eso medidas como la Asignación Universal por Hijo contiene, además de su enorme valor material, un poderoso simbolismo ya que importa una ruptura radical con la lógica del mercado. La nueva configuración mediática replantea entonces dilemas y contradicciones del oficio que no pueden encararse sin una toma de posición en el terreno de una disputa que es política y cultural, y donde se contraponen la retórica convalidante de una sociedad fragmentada y los mensajes comprometidos con el camino de la reforma social y la ampliación de derechos.


(*) Periodista. Dirigente socialista. Secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional.
Fuente: Tiempo Argentino - 23/julio/2011


18 julio 2011

DOLOR E INDIGNACIÓN


 Ricardo Monti decidió tirar a la basura
 el premio que le dio Clarín


El prestigioso dramaturgo sintió vergüenza de conservar, entre numerosos reconocimientos a su trayectoria artística, el galardón que en 2003 le entregó el matutino por su obra "No te soltaré hasta que me bendigas."
Ya lo había sacado del estante de la biblioteca. Es que ese, el premio Clarín 2003 al mejor autor, por su obra "No te soltaré hasta que me bendigas", no le daba orgullo. En septiembre pasado recibió otra distinción, el Gran Premio de Honor de Argentores por su trayectoria como autor dramático. Fue entonces cuando una alumna de dramaturgia, Jazmín, le preguntó si, entre la veintena de distinciones nacionales e internacionales que había recibido, alguna lo incomodaba. Y él pensó en uno que, aun escondido, seguía allí. Luego vinieron el fallecimiento inesperado de Kirchner y los días en la plaza, junto a otros miles. Así es como el dramaturgo tomó una decisión: devolver públicamente el premio recibido. Y lo contó en una carta que redactó ayer y que envió a Tiempo Argentino.
“Tomé plena conciencia de que ese premio me avergonzaba. Me sentí irritado. No me producía orgullo. Por supuesto, no estoy hablando de las valiosas personas del jurado que discernieron ese galardón y por las que albergo enorme respeto y agradecimiento. Se trata, simplemente, de Clarín”, explica. Y agrega: “No es para mí un honor contar en mi haber con un premio otorgado por una empresa monopólica gravemente sospechada y acusada de delitos de lesa humanidad, en plena investigación judicial por la apropiación de bienes en connivencia con la última dictadura cívico-militar mediante una maniobra conjunta que implica ni más ni menos que operaciones de prensa seguidas de secuestros, torturas y asesinatos. Una empresa cuya dueña y su principal gerente están gravemente sospechados y acusados de haber robado hijos de seres humanos secuestrados, torturados y que continúan desaparecidos. No es un honor para mí ostentar el premio de una empresa monopólica que ha desvirtuado su deber de informar, remplazando la noticia por operativos de prensa sólo destinados a la defensa de sus intereses económicos, al desconocimiento de la autoridad del Estado y a la obstaculización de la revelación de la verdad en los crímenes de lesa humanidad antes mencionados. No es para mí un honor cargar con el premio de una empresa monopólica que tiene el privilegio de crear, precisamente por su posición dominante en el campo de la comunicación audiovisual y la información en general, un muro de impunidad y silencio, desinformación y mentira acerca de sus actividades pasadas y presentes, en concurrencia con sectores políticos y hasta judiciales, a los que no puedo sino imaginar, a algunos como socios directos y a otros como sujetos acobardados por el poder monopólico o, peor, vilmente comprados.”
Ricardo Monti es autor de varias obras de teatro. Una de las más conocidas, Marathon, estrenada en 1981 y traducida a varios idiomas, fue repuesta hace pocos meses en el Teatro Nacional Cervantes. El dramaturgo termina su carta diciendo: “No, Jazmín, no me enorgullece ese premio. Por eso lo devuelvo públicamente, como públicamente lo he recibido. No sé cómo es el procedimiento legal o burocrático para hacerlo y tampoco quiero perder mi tiempo en averiguarlo. En cuanto al soporte material que lo representa, ya está, como expeditivo desenlace, en el tacho de la basura.”

Fuente: Tiempo Argentino - 18/07/2011

17 julio 2011

Debilidades de poderoso

Enviado por robertopaezgonzalez

ESTADOS UNIDOS:
deuda y debilidad


La ausencia de un acuerdo político entre republicanos y demócratas en Estados Unidos sobre la ampliación del techo de endeudamiento para el gobierno de ese país –a efecto de evitar una declaratoria de insolvencia por primera vez en la historia de la superpotencia–, ha extendido el temor a escala mundial. Hasta ahora, la única certeza es que los efectos de una suspensión de pagos de Washington tendría efectos devastadores sobre el sistema financiero internacional y haría prácticamente inevitable el inicio de una nueva recesión económica, en un momento en que muchos países siguen sintiendo los ramalazos de la crisis de 2008 y 2009.

Ante esta perspectiva, el presidente Barack Obama pidió ayer a sus correligionarios y a los opositores actuar con responsabilidad y asumir un “sacrificio compartido”; aceptó la necesidad de adoptar medidas impopulares –como las derivadas del recorte presupuestario demandado por los republicanos–, pero sostuvo que la solución profunda al problema de la deuda y el déficit fiscal –indicadores que están en su punto más alto de los últimos 60 años– no se podrá lograr “sin pedir a los estadunidenses más ricos que paguen su parte justa, o sin resolver los vacíos legales que dan a los intereses especiales y a grandes corporaciones ventajas fiscales que los estadunidenses de clase media no tienen”.

La postura del mandatario resulta acertada si se toma en cuenta que el elevado nivel de endeudamiento en Estados Unidos –que alcanza ya 70 por ciento de su producto interno bruto– se explica en buena medida por la persistencia de elementos e inercias que los republicanos se empeñan en defender: la espiral de recortes a los impuestos de los ricos, inaugurada por el régimen conservador de Ronald Reagan y redimensionada por el gobierno de George W. Bush; el exorbitante gasto derivado del espíritu belicista y colonialista de Washington, que en la década pasada se ha involucrado en dos guerras –Irak y Afganistán– injustificables desde el punto de vista humanitario y costosísimas desde el económico, así como la persistencia de programas de rescates a los grandes capitales a cargo del erario, como los puestos en marcha durante la pasada crisis económica, que fue sobre todo resultado del libertinaje que impera en Wall Street.

Ahora, ante la evidencia del descontrol provocado por el derroche y la irracionalidad de las recientes administraciones estadunidenses, y ante la manifiesta necesidad de corregir un problema que se ha vuelto estructural en la economía de ese país, a los republicanos no se les ocurre otra solución que sacrificar a la mayoría de la población mediante los recortes al gasto público y la defensa de los privilegios de los grandes capitales, y colocan, con ello, a la administración Obama ante una disyuntiva indeseable: ser la primera en la historia en incurrir en la suspensión de pagos o lidiar con el amplio y justificado descontento de las mayorías sacrificadas y con el consecuente costo político.

Se asiste, pues, a la confirmación del conflicto en que se encuentra la actual presidencia estadunidense: a pesar del fortalecimiento que implicó para ella la captura y muerte de Osama Bin Laden, y no obstante las concesiones que Barack Obama ha hecho a los halcones de Washington y a los integrantes del complejo militar-industrial y del lobby financiero de ese país, el bando opositor no parece dispuesto a ceder un ápice en su postura, y complica peligrosamente las negociaciones que se desarrollan en estas horas decisivas.

Fuente: La Jornada – Opinión, 17.07.11

13 julio 2011

Ante el extremismo de la simplicidad

El espíritu de la ciudad

Por Horacio González *

Las cifras contundentes de los comicios arrojan tanto el aliento como la dificultad. Al primero hay que redoblarlo; a la otra, vencerla. Momento, pues, de algunas preguntas. ¿Cómo se formó el macrismo? Incluso esta expresión –macrismo–, ¿cómo usarla para que describa la situación que atraviesa la conciencia política de una ciudad? ¿Podría perder su estado vaporoso y decirse con ella algo referido a las ideologías, a las formas colectivas de lo político? No es un fenómeno genuinamente popular, pero sus votantes forman alarmantes mayorías electorales. No lo es, a pesar de su red de punteros en barrios, sus coqueteos con las formas más macilentas del peronismo, sus arabescos plebeyos y los ornatos de una supuesta juvenilia en francachela. Sin embargo, no es fácil penetrar en la formación anímica de esta masa numerosísima de votantes. ¿Vienen de antiguas configuraciones de la ciudad-puerto, con sus acciones refractarias a una modernidad abierta y justa, o el macrismo anuncia otra modernidad posible para la ciudad, donde ya no importe la ciudadanía renovadora sino un conservadurismo que festeja tecnologías y renueva un pacto de beneficencia populista con sectores desposeídos? ¿Y éstos? ¿Son herederos de antiguas epopeyas, conservan el legado ya deformado de la inmigración democrática o expresan también oscuros prejuicios y gozan con virulencia de una inconsciente subalternidad?

Quien quisiera escribir la historia del macrismo deberá tropezar con la falta de sus antecedentes en el tejido político nacional, pero tiene referencias anteriores en todos los intentos de generar “fuerzas nuevas” despojadas de las marcas onerosas de la política nacional. Los precursores del macrismo se encuentran en el propio intento de crear movimientos “sin precursores”. No tener “historia” es lo que se exhibe como señal adecuada. ¿Reconoce tradiciones, legados, momentos precedentes en que inspirarse? Ya sabemos la respuesta. El macrismo parece portador del orgullo de haber sido creado ex nihilo. Todo en medio de globos de cumpleaños (“bienvenidos”) y de un desenfado para exhibirse orgullosamente sin marcas de una historia nacional, cualquiera que fuera. El arte de refutarlo no es deshistorizarse del mismo modo, sino haciendo atractiva la insospechada epopeya que ahora será necesaria para derrotarlo.

Gana el macrismo con una vulgaridad sutil. Lo vulgar del macrismo no fue siempre visto como un etéreo ingenio publicitario sino como un modo de encubrimiento de su verdadera raíz ideológica, rellena por demás de pliegues empresariales, gerenciales y mercadotécnicos. Nada de eso es ajeno a su realidad, pero hay algo más a decir. Esa superficie lisa, sobradora, desdeñosa de lo que es sustancial a la política –su complejidad–, no sólo encubre sino que ha encontrado una buena manera de presentarse publicitariamente como el ser mismo de lo político. La política como el extremismo de la simplicidad; la elocución plana, crasamente uniforme; lo meloso, lo esquivo, lo previsible servido en bandeja. En Buenos Aires, una mayoría social sorprendente lo viene escuchando. Mucho se ha escrito sobre los enigmas culturales de esta ciudad. La relación de la vida popular con los actuales resultados electorales es uno de ellos.

Imaginemos la historia misma de este precursor aparentemente sin nada atrás suyo: Mauricio Macri fue a colegios de primera, privilegios notorios combinados con una rebeldía señoritil respecto al orden paternal y empresarial, en el que la empresa –respaldo, al fin, de sus devaneos aventurescos– es invocada y abandonada como en toda ambigua relación del heredero con los poderíos que lo atraen y en los que se inspira para buscar, sin embargo, esos “caminos propios”. Boca Juniors fue una larga jornada preparatoria, lógicamente de más importancia que sus primeros trabajos como “analista senior” en la empresa de papá. Cuando hablaba con Martín Palermo u otros jugadores, un aroma de paternalismo se desprendía de ese joven que gozaba del infrecuente entretenimiento de ser presidente del club más popular del país como quien cae en una realidad ajena, a la que se llega con saltos sociales más largos que los que luego realizara sobre módicos baches urbanos. Su secuestro por parte de una banda policial ocurrió hace dos décadas y por un instante su suerte se pareció a los terribles acontecimientos que habían paralizado al país de espanto. Evidentemente, sólo quiso percibir ahí un aciago episodio particular que le ocurría al niño señalado por la fortuna y no un vestigio que lo introducía en jergas secretas y actos criminales surgidos de la urdimbre sobrante del terrorismo en el Estado. Por el contrario, vio allí procedimientos que achicaban su mundo entre policías que pedían rescate y policías que lo rescataron.

Se trata de una carrera política atípica y afortunada, y se inscribe allí aquel momento de infortunio que es como si hubiera ocurrido en una zona ajena a la sociedad argentina, donde se movieran solamente ángeles y demonios de una pesadilla exterior solucionada, olvidada. Pero ésas son las estaciones del aprendizaje de Macri y centro crucial, acaso, de su vida. Sin duda, el estilo de juerga estudiantil que su grupo ha adoptado es la otra punta o el resultado de la densidad histórico-política cancelada, lo que opera como taponamiento de los poros de sensibilidad social, aun las mínimas que todo ser político contiene.

El PRO surgió en algún momento como la última instancia de una borradura; sigla dentífrica, despojada de huellas, alisada de manera que con ella se pudiera hablar sin modular conceptos; sólo con sensaciones, chascarrillos o mohínes de desaire. Macri se expresa así, con el evangelio del buen muchacho. Su estilo desembarazado es el de quien busca siempre ser exonerado. Su opinión sobre la inmigración es apenas sobre el desorden. ¿Alguien escuchó racismo ahí? Su opinión sobre la cuestión policial es apenas sobre el autonomismo de la ciudad. ¿Alguien escuchó ahí espionaje, patoterismo o sorda disputa territorial? Su opinión sobre los vínculos sociales es un acariciar a la gente, la protección que palmea al anciano o se reconforta con el músico con rastas (el “juntos venimos bien” cierra de pinza de los que ya están respecto a los que se les da “bienvenida”, publicidad meliflua y eficaz que en su tontería tiene un activismo que le falta a las otras). ¿Alguien ahí escuchó demagogia o desprecio publicitario por las vidas reales? Dijimos que al hablar busca ser exonerado. ¿Por qué vamos a pretender que hable con el lenguaje real de las implicaciones sociales si él viene a negarlas con su negligencia deshistorizada? ¿De qué hablan?, pensará él cuando escucha palabras “ideológicas”, a las que tacha así sin ningún problema. Si él sólo quiere ser exonerado de ellas para mostrar actos desnudos de gobierno, parecerse a una tuneladora o a una parada de metrobús. Por primera vez en la historia de la ciudad rige la exoneración como ideología supina en el lenguaje público gobernante.

A pesar de todo esto, Macri pudo dar su mensaje y encontrarse finalmente con una gran médula empedernida de creencias de un vasto sector social porteño, que hace varias décadas viene amasando una ideología soterrada basada en diversos encriptamientos: de la ciudad frente a los flujos nuevos de población; de los domicilios privados frente a un mal exterior indefinido que atacaría en forma inminente; de las conciencias ciudadanas, agrias de carácter, frente a imaginarias amenazas sin rostro culpadas de las frustraciones imanentes del vivir metropolitano. La ciudad ha perdido así su espíritu, como si el cínico desenfado de un Durán Barba fuera por fin la última forma encontrada de vivir en una urbe donde decrecen las libertades espontáneas y aumentan las devociones planificadas. El mencionado asesor electoral hace tiempo ha propuesto a los iconos de Internet como modelo de vida y los clichés existenciales (“antes era prestigioso el cazador, ahora el ecologista”) como nueva ontología ciudadana.

La ciudad autónoma estaría pareciéndose a aquella que marchaba hacia la Batalla de los Corrales, en 1880, con líneas cruzadas entre el gobierno nacional y el gobierno de la ciudad, que ahora sólo podrán resolverse no con el autonomismo de derecha de Macri (autonomismo porteñista, desconfiado, sedimentado de oscuras vindictas) sino con un nuevo autonomismo frentista que pueda convocar –para la segunda vuelta estamos hablando– no sólo a fuerzas políticas coalicionadas, sino también –para hablar más especialmente el idioma de las grandes tradiciones políticas de cambio– a trabajadores, sectores medios, estudiantes, intelectuales, profesionales, a pequeños y medianos empresarios, a compañeros de las izquierdas o a los nacionalismos populares, que son un ala crítica de la ilustración argentina, sin dejar de integrarla. A cambio de la respuesta a ese llamado, los que lo hagan –evidentemente, los conglomerados que apoyan a Filmus y Tomada– deben a su vez adentrarse en el espíritu de la ciudad, indagar aún más en esa médula pertinaz de la urbe ensimismada, con un macrismo popular amasado en miedos harapientos que habrá que interrogar con más eficacia argumental.

La fusión macrista de lo político con una imagen de fiesta de adolescencia se mezcla con toda clase de tosquedades –a la manera de las que expresa Miguel Del Sel–, aunque no se las ofrece en forma directa porque también el macrismo tiene una mediatización cultural que, hay que decirlo, no es la mera proyección del género “Midachi”, sino que se las reviste del género “Unesco”. Pero es hora de pulsar las cuerdas aún no exploradas de una respuesta a las grandes jugadas de las derechas económicas, publicitarias, culturales y comunicacionales, con sus marionetas gozosas de extinguir la política como felices cumpleañeros. La política trata de cómo entender el presente. Y el presente trata de cómo desarrollar una política de entendimiento sobre lo que aparece resistente u oscuro. En las próximas tres semanas, una épica social necesaria deberá implicar esa clase de entendimientos.

* Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.

Fuente: Página12, 13.07.11