18 octubre 2011

Indignados. Las movilizaciones contra la crisis

La política recibe un serio aviso de la calle
Los ‘indignados’ de Barcelona y de Madrid
lideran una protesta multitudinaria sin participación de partidos

La Puerta del Sol, de nuevo abarrotada
Por Jordi Barbeta
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Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir. Varias pancartas de las que recorrieron las calles españolas contenían este mensaje y amenaza que viene a resumir la espíritu del movimiento de los indignados que se extendió ayer en la Unión Europea, y en España más que en ningún otro sitio. Centenares de miles de personas tomaron las calles en todas las capitales de provincia en la que sin duda fue la movilización más multitudinaria sin la participación de partidos políticos parlamentarios. Se trata pues de un serio aviso a la política que llega desde la calle.
El movimiento de los indignados va creciendo en proporción al descontento que generan las medidas de austeridad que aplican los gobiernos para hacer frente a la crisis. Los colectivos directamente afectados, del mundo sanitario, de la enseñanza, y en general trabajadores del sector público se han incorporado al movimiento en defensa de sus intereses. En Barcelona hubo ayer más gente que en la manifestación de junio, cuando 100.000 personas desfilaron por la Via Laietana. Ayer recorrieron el centro de la ciudad, desde la plaza de Catalunya, por el paseo de Gràcia, calle de Aragó, paseo de Sant Joan hasta el Arco de Triunfo. Como suele ocurrir, los organizadores y la Policía exageraron por exceso y por defecto respectivamente. 350.000 asistentes contra 60.000. En Madrid, la Puerta del Sol volvió a vivir una concentración multitudinaria de las que marcan época cuando desembocaron varias columnas de indignados hasta Cibeles y de ahí al kilómetro cero. Sevilla, Valencia, San Sebastián… todas las capitales tuvieron una participación récord con decenas de miles de manifestantes y sin que apenas se registraran incidentes. En la Ciudad Condal, tras la manifestación, una columna ocupó de nuevo el edificio de la facultad de Geografía; otro colectivo se encerró en dependencias del hospital del Mar y un tercero ocupó un edificio de viviendas en la calle Almagro.
Todo apunta que las protestas –acampadas incluidas– se van a repetir durante el periodo preelectoral y pondrán en un brete al Gobierno socialista, que por una parte está obligado a mantener el orden público y garantizar la libre circulación de las personas, mientras que por otra el PSOE intenta establecer una cierta complicidad con las protestas de los indignados, consciente de que sociológicamente pertenecen a su clientela desengañada. De hecho, varios dirigentes socialistas se han declarado cercanos al movimiento del 15-M. Ayer mismo, lo dijo el dirigente madrileño Tomàs Gómez.
Con todo, los indignados forman un movimiento heterogéneo y diverso, difícil de articular, pero se extiende y precisa su adscripción ideológica. En las manifestaciones de ayer quedó más claro que nunca la decantación hacia la izquierda. El edificio del Banco de España en Madrid, o la sede la Borsa de Barcelona, recibieron el impacto de la protesta, con abucheos, pintadas y lanzamientos de objetos. Igual que las sucursales bancarias. En varias capitales españolas aparecieron numerosas banderas republicanas, arreciaron las críticas contra el clero y en todas las marchas colectivos de extrema izquierda aprovecharon para hacer proselitismo de la acción directa.
Otro dato importante que caracteriza las protestas es el creciente contenido antipolítico o antisistema de algunas consignas. “¿Y si el 20-N los botamos a todos?”, rezaba otra pancarta, junto a las consabidas “No hay pan para tanto chorizo” y la gran conclusión: “No nos representan”, dirigida a los diputados elegidos democráticamente. En Barcelona se repartieron octavillas proclamando la legitimidad de boicotear las instituciones democráticas.
Este tipo de protestas pone de manifiesto una evidente radicalización de la sociedad después de que la crisis ha provocado el desvanecimiento del sueño socialdemócrata. Escribía Ortega en La Rebelión de las Masas que “la vida humana, por su naturaleza propia, tiene que estar puesta a algo, a una empresa gloriosa o humilde, a un destino ilustre o trivial. Se trata de un condición extraña, pero inexorable, escrita en nuestra existencia”. La socialdemocracia alimentaba las esperanzas de las clases asalariadas pero llegó un día en que la economía, el sistema, los mercados impusieron la obligación de atender el pago de la deuda antes que cualquier otra consideración y las clases asalariadas perdieron la fe. Aceptando la tesis orteguiana, es imprescindible volver a soñar. El movimiento es “una combinación de sueños”, como lo definió ayer en Londres el fundador de Wikileaks, Julian Assange.
En este sentido es significativo que en las manifestaciones de ayer los partidos de la izquierda convencional eran absolutamente ignorados. Como si no existieran. No hubo gritos contra el Gobierno socialista ni contra el PSOE y sí en cambio algunas referencia, críticas por supuesto, contra el PP y, en Barcelona, también contra CiU a cuenta de los recortes en los servicios públicos esenciales.
Así que la extensión del movimiento de los indignados anuncia un fenómeno de contraposición que puede resultar inquietante. Hubo mucha gente en las calles ayer, pero muchísima más gente va a votar a los partidos ausentes y la mayoría lo hará apoyando al Partido Popular el próximo 20-N segun auguran todos los sondeos . Frente a la oleada conservadora surge pues una minoría cada vez más ideologizada, que se siente abandonada por los partidos progresistas convencionales y que está dispuesta a ejercer la oposición en la calle. Son dinámicas opuestas que se retroalimentan y reducen el espacio de la moderación y de la centralidad.
Fuente: La Vanguardia, 16.10.11, Imagen Dominique Faget / Afp

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