25 julio 2012

A los 60 años de su fallecimiento

EVITA VIVE EN SUS PALABRAS
Discurso pronunciado el Día del Trabajo de 1951, ante la multitud que colmó la Plaza de Mayo.                      --Mis queridos descamisados: En este día tradicional para los trabajadores argentinos, en este 1º de mayo maravilloso, en que los trabajadores festejan el triunfo del pueblo y de Perón sobre los eternos enemigos y traidores de la Patria, yo quiero hablar con la sola, con la absoluta, con la exclusiva representación de los descamisados.Yo quiero hablar para Perón, para los trabajadores, para los hombres y mujeres del mundo que quieran compartir con nosotros la gloria de un pueblo que levanta su bandera justa, libre y soberana al tope de todos los mástiles de la patria.Yo quiero que ustedes me autoricen, que me den la plenipotencia maravillosa y eterna de todos los trabajadores, de todas las mujeres, de todos los humildes, en una palabra, la de todos los descamisados.
Yo quiero que ustedes me autoricen; ustedes que aquí, en esta vieja plaza de nuestras glorias, representan al auténtico pueblo que en 1810, empujando las puertas del Cabildo y gritando “queremos saber de qué se trata”, conquistaron su derecho de libertad y de soberanía. Yo quiero que ustedes me autoricen para que diga lo que ustedes sienten; ustedes que, a través de un siglo de oligarquía, de entrega, de explotación, sufrieron la amargura infinita de ver a la patria humillada y sometida por sus propios hijos. No, no eran sus hijos. No, por sus venas no corría sangre de argentinos; por sus venas corría sangre de traidores. Yo quiero que ustedes me autoricen para que diga con pocas palabras, con mi escasa elocuencia, lo que ustedes sienten, lo que ustedes quieren que le diga en este día maravilloso de los trabajadores, al general Perón y al pueblo.

Ustedes, que pueden hablar de frente, con la frente bien alta, a la Patria y a Perón, porque ustedes vieron en Perón la última esperanza de la patria y lo siguieron, como se sigue solamente a una bandera, dispuestos a morir por ella o a triunfar con su victoria; ustedes, que tienen derecho a hablar de frente con la Patria y con Perón, porque ustedes, igual que yo, lo siguieron apretando los dientes de rabia y de coraje cuando la oligarquía sin patria ni bandera quiso dejarnos a nosotros también sin patria ni bandera, robándonos el derecho de seguirlo a Perón hasta la muerte; ustedes que pueden hablar de frente con Perón, porque siempre llevarán en el corazón encendido, el fuego de las antorchas que prendimos con los diarios y las revistas para festejar la victoria del 17 de octubre de 1945; ustedes, solamente ustedes, pueden dar a mis palabras el fuego, la fuerza infinita que yo quiero tener, que yo desearía tener para decirle al líder, para decirle al mundo, para decirle a la patria, cómo lo siguen, cómo lo quieren los trabajadores a Perón.

Yo no tengo elocuencia, pero tengo corazón; un corazón peronista y descamisado, que sufrió desde abajo con el pueblo y que no lo olvidará jamás, por más arriba que suba. Yo no tengo elocuencia, pero no se necesita elocuencia para decirle al general Perón que los Trabajadores, la Confederación General del Trabajo, las mujeres, los ancianos, los humildes y los niños de la patria no lo olvidarán jamás, porque nos hizo felices, porque nos hizo dignos, porque nos hizo buenos, porque nos hizo querernos los unos a los otros, porque nos hizo levantar la cabeza para mirar al cielo, porque nos quitó de la sangre el odio, la amargura y nos infundió el ardor de la esperanza, del amor y de la vida.

La Confederación General del Trabajo y los trabajadores por mi intermedio, no necesitamos elocuencia para decirle a Perón que no lo olvidaremos jamás, porque nos hizo dignos y justos, porque nos hizo libres y soberanos y porque cuando nuestra bandera se pasea por los caminos de la humanidad, los hombres del mundo se acuerdan de la patria como de una novia perdida que se ha vestido de blanco y celeste para enseñarle el camino de la felicidad.

Compañeras y compañeros: esta mañana, cuando el general Perón terminó su mensaje de la victoria, dijo que ese triunfo era de la Patria y del pueblo; que era nuestro, solamente nuestro. Y pensé lo que habrán pensado ustedes; que si no fuera por Perón, estaríamos como en los viejos primeros de mayo de la oligarquía, llorando a nuestros muertos en lugar de festejar la victoria.

Estamos de acuerdo, mi general, en que el triunfo es de la Patria y de los trabajadores; estamos de acuerdo en que los trabajadores, los humildes, siempre estuvimos de pie y abrazamos las causas justas, y por eso abrazamos la causa de Perón. Pero, ¿qué hubiera sido de la Patria y de los trabajadores sin Perón? Por eso damos gracias a Dios de que nos haya otorgado el privilegio de tenerlo a Perón, de conocerlo a Perón, de comprenderlo, de quererlo y seguirlo a Perón.

Yo, la más humilde colaboradora del general Perón, pero también como una de las más fervorosas amigas de los humildes y de los trabajadores, felicito a los humildes, a los descamisados, a los trabajadores, y por ello, muy fervorosamente a la Confederación General del Trabajo, por esta fe, por esta lealtad inquebrantable a Perón. Y si a mí me dieran a elegir entre todas las cosas de la tierra, yo elegiría entre todas ellas la gracia infinita de morir por la causa de Perón, que es morir por ustedes. Porque yo también como los compañeros trabajadores, soy capaz de morir y terminar mi existencia en el último momento de mi vida con nuestro grito de guerra, con nuestro grito de salvación: ¡la vida por Perón!

Estoy otra vez con ustedes, como amiga y como hermana y he de trabajar noche y día por hacer felices a los descamisados, porque sé que cumplo así con la Patria y con Perón. He de estar noche y día trabajando por mitigar dolores y restañar heridas, porque sé que cumplo con esta legión de argentinos que está labrando una página brillante en la historia de la Patria.

Así como este 1º de mayo glorioso, mi general, quisiéramos venir muchos y muchos años y, dentro de muchos siglos, que vengan las futuras generaciones para decirle en el bronce de su vida la vida de su bronce, que estamos presentes, mi general, con usted.

Antes de terminar, compañeros, quiero darles un mensaje: que estén alertas. El enemigo acecha. No perdona jamás que un argentino, que un hombre de bien, el general Perón, esté trabajando por el bienestar de su pueblo y por la grandeza de la Patria. Los vendepatrias de dentro, que se venden por cuatro monedas, están también en acecho para dar el golpe en cualquier momento. Pero nosotros somos el pueblo y yo sé que estando el pueblo alerta somos invencibles porque somos la patria misma.

Y como hermana y he de trabajar noche y día por hacer felices a los descamisados, porque sé que cumplo así con la Patria y con Perón. He de estar noche y día trabajando por mitigar dolores y restañar heridas, porque sé que cumplo con esta legión de argentinos que está labrando una página brillante en la historia de la Patria.

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