Elisa@lilitacarrio
Todo el pueblo no está preparado para el sufragio, debería haber cursos y así los más aptos podrían elegir y no caer en populismos.
22 de enero de 2013
UNA
CURIOSA FORMA DE VER LA DEMOCRACIA
Por
Carlos Malbrán *
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Entonces ¿Cuál es la clave?, preguntó Alicia.
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La clave querida Alicia, es saber quién escribe la historia.
Lewis
Carroll: “Alicia en el País de las Maravillas”
La
palabra democracia, (gobierno del pueblo), nos vino de los
atenienses, y si bien es cierto que allí las decisiones importantes
eran tomadas por una asamblea de ciudadanos, y no por un rey o
emperador como en la mayor parte de los pueblos de la antigüedad,
debe tenerse en cuenta que ciudadano en Atenas, era un hombre, y no
eran considerados tales, las mujeres, los extranjeros, ni los
esclavos. Si tenemos en cuenta que la mayor parte de su población
eran esclavos, no nos cuesta trabajo admitir que era una sociedad
tremendamente antidemocrática.
Los
sistemas económicos cambian y mucho tiempo después el esclavismo
debía ser abolido, no por razones humanitarias, sino porque el
naciente capitalismo basaba su desarrollo en la existencia de
consumidores y un esclavo carece de salario. La esclavitud era un
obstáculo.
Recién
entonces comienzan a desarrollarse las democracias moderna, claro que
durante mucho tiempo el sufragio universal, era sufragio, por no tan
universal que digamos, porque se trataba que las aristocracias
primero y las oligarquías después, continuaran en el ejercicio del
poder.
En
algunos casos se trató de repúblicas censitarias, esto quiere decir
que sólo podía elegir o ser electos, cierto número de ciudadanos
incluidos en un censo restringido.
En
la Argentina no hizo falta ese engendro jurídico, porque después
del genocidio capitaneado por Roca, el gran general de nuestra
oligarquía, y repartidas las tierras de nuestros pueblos
originarios, el fraude fue la norma durante mucho tiempo.
Por
supuesto sí hubo quienes quisieron imponer el voto restringido.
En
la Constituyente de 1826, los acólitos de Rivadavia propusieron una
novedosa ley que establecía que tendrían derecho al voto todos los
hombres libres nativos del país o avecindados en él, mayores de 20
años, pero sólo podrían ser elegidos para los cargos públicos los
ciudadanos mayores de 25 “que poseyeran alguna propiedad inmueble o
industrial”, e impedía el voto de los domésticos, soldados,
peones, empleados y jornaleros, en una palabra: “la chusma”. Al
respecto diría Manuel Dorrego, en los debates de esta ley:
“...
y si se excluye, (del voto), a los jornaleros, domésticos y
empleados también ¿Entonces quién queda?” Queda cifrada en un
corto número de comerciantes y capitalistas la suerte del país. He
aquí la aristocracia del dinero, hablemos claro, el que formaría la
elección sería el Banco, porque apenas hay comerciantes que no
tengan giro en el Banco, y entonces el Banco sería el que ganaría
las elecciones…”.
¡Cuánta
razón tenía don Manuel Dorrego!
*
Corresponsal de Cristina, Buenos Aires - México
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